Ella se nombra Pilar Izquierdo y su existencia azarosa nunca le declaró treguas, porque esta mujer centenaria que vivió su juventud en los momentos más amargos de esta isla, supo bien temprano del trabajo y las dificultades.
“Tuve que cargar carretas y hacer carbón cuando era una niña. Jamás lo he olvidado; por eso siempre he creído que el trabajo no mata ni al cuerpo ni las ganas de estar viva”.
Lucidez es la palabra exacta para definirla. Causa asombro constatar cuantos recuerdos atesora, cada uno preñado de anécdotas que se resisten al tiempo.
“Yo lo recuerdo todo, no tengo lagunas en la mente, y hasta hace unos meses subía y bajaba de la quinta planta sola y andaba el pueblo entero. Ahora tengo un problema en el tobillo, pero eso se cura pronto”.
Así la vemos ir por la vida, a la que se aferra segura, porque se sabe deudora de quienes la aman y desean su presencia por muchos años.
“Hoy me regalaron un cake y también una botella de vino. Me voy a dar un traguito porque un día es un día y no hace daño, pero no olvides periodista que voy a vivir unos cuantos años más”.
Virtud acumulada, paciencia secular, paso firme ante el trabajo y una filosofía de bondad constituyen el legado de esta abuela mantuana, del Club de los 120.
RPNS: 2199 ISSN: 2072-2222