Félix Friay “Jiribilla” Leyenda mantuana de un rebelde con causa

Por Enrique Pertierra

Félix Friay era un hombre de baja estatura, trigueño, nacido en un lugar no precisado de la provincia de Oriente que a principio de los noventa del siglo XIX se radicó en Mantua donde formó familia. Friay trabajaba como carnicero en un establecimiento de su propiedad edificado con sus manos en el pueblo. De su tierra natal trajo las  ideas independentistas, por eso, el 22 de enero de 1896, acudió montado en su corcel enarbolando una bandera cubana a recibir al general Maceo en las proximidades del puente sobre el río en la finca Los Conucos. Así comienza la historia contada por boca de los mantuanos, a través de generaciones, desde aquellos gloriosos días hasta hoy, de este controvertido personaje que pasó a la historia como un caudillo local que después de la partida de las huestes invasoras formó una cuadrilla insurrecta y comenzó a golpear por su cuenta a las fuerzas españolas en todo el territorio comprendido desde Mantua hasta Dimas durante el primer semestre de 1896. Al sumársele medio centenar de hombres más, liderados por un tal Vázquez, las fuerzas del “capitán” Félix Friay se convirtieron en un dolor de cabeza para los españoles, su constante movilidad y pericia para atacar  y retirarse oportunamente le granjearon el nombre de Jiribilla (1), no sabemos si por parte de los militares españoles o los lugareños. Según la tradición oral de la localidad uno de sus tantos campamentos estaba localizado en la falda de la loma del Surrao, en un cayo de monte   que aún hoy es conocido como “la tumba de Jiribilla”.

Jiribilla y su pequeña fuerza insurrecta, se movía ora aquí, ora allá, por todo el territorio del municipio, manteniendo constantemente en jaque a las fuerzas españolas que operaban en la región.

En un cable telegráfico remitido al Ministro de la Guerra el 12 de mayo de 1896, se hace constar:

“Día 12 La columna de voluntarios y la guerrilla local de Arroyos de Mantua, batió la partida de Triay, á la que hizo siete muertos y cogió armas”. (2)

Aunque en la fuente citada el nombre que aparece es Triay, evidentemente se trata de un error de transcripción del apellido de Jiribilla, Friay.

Los españoles organizaron la caza del temido Jiribilla. Aprovechando que Friay frecuentaba la casa de una amante en la finca la Fundora; la guerrila de Dimas al mando de Elías Fernández le tendió una emboscada y en la escaramuza  el temido capitán Felix Friay perdió la vida.

Esto ocurrió el 30 de junio de 1896. En el parte telegráfico remitido desde Dimas al mando superior del ejército colonial, se consigna:

“La guerrilla local de Dimas, con el teniente Aller, combatió en Cayo Redondo con fuerzas enemigas muy superiores, abriéndose paso al arma blanca, matando al cabecilla Giribilla, incendiario, y catorce más; fue apoyado por el Comandante del destacamento de Infantería de Marina y voluntarios, los que con fuego por descargas ahuyentaron las partidas insurrectas, haciéndoles muchas bajas; tuvimos al teniente Aller, contuso y un guerrillero herido”. (3)

El cuerpo sin vida de Jiribilla fue llevado en una parihuela a hasta las inmediaciones del pueblo de Dimas; una vez allí  el sanguinario Elías Fernández ordenó que lo amarraran a la cola de la mula del guerrillero Juan Vaquero, quien se encargó de exhibirlo arrastrándolo sobre una penca de guano de palma  a lo largo de la polvorienta calle principal denominada Pedro Murias. Las autoridades locales, civiles y militares,   obligaron  a la población dimera -y reconcentrada- a concurrir al macabro show, colocándolos a ambos lados y  a todo lo largo de la vía.

La indignación que causó la muerte de Jiribilla entre los pobladores de Dimas simpatizantes con la libertad de Cuba, sólo pudo volcarse entonces en décimas que se han venido entonando de generación en generación.

Me le dices a Fernández

y al teniente “Penca ´e  Guano”

que tenga el pan en la mano

y no salga a buscar viandas.

Él como jefe que manda

que comanda su guerrilla,

que no salga de la orilla

de la trinchera a operar

porque le van a cobrar

la muerte de Jiribilla.

Cuando Maceo tiroteó el pueblo de Dimas en septiembre de ese año, un bardo dimero se inspiró nuevamente para cantar esta vez:

Dígale a Elías Fernández

y al teniente “Penca ´e Guano”

que ya comenzó el cubano

a vengar a Jiribilla.(4)

Desafortunadamente, en ámbitos documentarios poco se ha podido encontrar acerca de Félix  Friay. Si Friay tuvo familia en Mantua, su boda y el nacimiento de sus hijos debieron  ser registrados en los archivos de la parroquia de Mantua, o en los libros del registro civil, sin embargo,  después de una minuciosa búsqueda, pude constatar que este apellido no existe ni en los libros de matrimonios, ni en el de bautizos, ni en los libros de defunciones de Baja ni de Mantua, ni tampoco en los del registro civil de Mantua.

Lo cierto es que la leyenda mantuana sobre el capitán Félix Friay resultó ser verídica, o al menos  una buena parte de ella, como lo atestiguan aquellos dos  cablegramas telegráficos –en uno de los cuales se le califica de “incendiario”- recogidos por el tristemente célebre Valeriano Weyler y Nicolau en su libro sobre la última gesta libertaria contra el  colonialismo español en Cuba.

NOTAS

  • La palabra jiribilla o jirivilla es un canarismo;  sus significados son: inquietud que se manifiesta con un exceso de movilidad, persona inquieta, que está siempre moviéndose e importunando.  En el Diccionario histórico-etimológico del habla canaria de Marcial Morera se dice que esta voz procede del portugués fervilha, ‘persona muy activa’ y ‘niño inquieto’. Con el primero de los sentidos descritos se emplea también en Cuba y Puerto Rico. Jiribilla, es el nombre que se da en la isla a las personas inquietas y traviesas.
  • Weyler Mi Mando en Cuba. (10 de Febrero de 1896 á 31 de Octubre de 1897). Historia Militar y Política de la Última Guerra Separatista Durante Dicho Mando. Felipe González Rojas Editor. Imprenta, Litografía y casa Editorial de Felipe González Rojas. Madrid 1910. Tomo I. Apéndice B. Partes telegráficos dirigidos al Ministro de la Guerra. Pinar del Río, p. 445.
  • cit. Tomo II, p. 31.
  • Décimas conservadas hasta nuestros días por Osmundo Miranda de la Portilla, quien, antes de fallecer, se las obsequió al autor de este libro, después de recitárselas de memoria.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.