Por Enrique Pertierra
Al estallar la gesta independentista en Cuba el 10 de octubre de 1868, la noticia voló de inmediato a los Estados Unidos de América, cuyos vínculos económico-sociales con la isla eran, para entonces, casi tan fuertes como su metrópoli europea. La gran mayoría del pueblo estadounidense, vio con simpatías la lucha iniciada por los cubanos por su emancipación, pese a la pasividad de sus gobiernos ante los acontecimientos que ocurrían en la cercana isla, por lo que no es de extrañar que muchos norteamericanos, militares o no, decidieran enrolarse en la gran batalla por la liberación de la Perla de las Antillas.
En una misiva enviada a Hilario Cisneros, fechada en New Orleans el 17 de mayo de 1869, su remitente, que firmaba bajo el seudónimo “Un Insurrecto”, le hacía saber que el general James B. Steedman, tenía elaborado un plan para desembarcar una expedición bien pertrechada y amunicionada de tres mil hombres en el Departamento Occidental y de esta manera propagar la guerra a toda la isla.
El Departamento Occidental lo comprendían las provincias -según la división político-administrativa de finales del siglo XIII hasta después de mediados del siglo XIX- las Villas, Matanzas, la Habana y Pinar del Río. Si bien existía una proporción balanceada de las riquezas en los tres departamentos en que se dividía la isla cuando estalló la contienda libertaria, el Occidente proporcionaba a la Metrópoli recursos necesarios para financiar la guerra contra los libertadores.
Si se lograba, según Steedman -y no dejaba de tener toda la razón-, poner en pie de guerra esta vasta y rica región, que se mantenía totalmente al margen de la contienda -pues la guerra solo tenía lugar en las Villas, Camagüey y Oriente-, el gobierno de los Estados Unidos, aseguraba, reconocería la beligerancia de los cubanos en su lucha por lograr la libertad; por otra parte, logrado el reconocimiento de la beligerancia por parte de la nación más poderosa de América, decía Steedman, los bonos cubanos y por consiguiente el Tesoro de la República de Cuba en Armas irían en alza, lo cual contribuiría a un mejor financiamiento del desarrollo de la contienda.
A tal efecto, se creó un comité para llevar a vías de hecho la proyectada expedición, pero desafortunadamente este se disolvió en junio de 1869 (1).
El experimentado militar D. W. Vowles; se ofrecía para servir al Ejército Libertador de Cuba en carta dirigida a José Morales Lemus, fechada en Richmod, Virginia el 29 de septiembre de 1869. Vowles había servido como comandante de un regimiento de caballería en la 3ra Brigada, 2da División del Ejército Confederado y poseía un aval del Jefe del Estado mayor sudista, general Beauregard.
Al final de la misiva, Vowles sugería que podía servir en Cuba bajo las órdenes del general Jordan (2).
- W. Childref, de Tennessee, también brindaba sus servicios a la causa cubana en misiva con fecha 12 de septiembre de 1869, enviada a Francisco Javier Cisneros. Agregaba Childref que otros compañeros suyos de armas del Ejército Confederado, estaban dispuestos a seguirle si los cubanos aceptaban sus ofrecimientos (3).
Por otra parte, Juan Francisco Bassora, en comunicación enviada a Hilario Cisneros le ponía al corriente de un proyecto de expedición para llevar a Cuba hombres y armamento, propuesto por el capitán Ignahan, ex secretario del comodoro Levy. En la carta fechada en Wilmington, D. C., el 16 de diciembre de 1869, Bassora argumentaba:
“… Todo lo que yo sé sobre el particular es lo que él me ha dicho que probablemente será lo mismo que escribe a V. V. Con qué recursos cuenta no sé ni creo que sean muy estensos. Me parece que aquí podría reclutarse también hombres para Cuba si se considera conveniente (4)…”.
Y finalizaba:
“El Comodoro saluda a V. afectuosamente (5)”.
NOTAS
- Biblioteca Nacional José Martí (BNJM). Colección Cubana. Documento M. Ponce 1-6- IT. Richmond, V. A.
- Colección Cubana. Documento C.M. Ponce No.690.
- C.M. Ponce. I-6-K Wilmington, N.C.
- C. M. Ponce No. 623.
RPNS: 2199 ISSN: 2072-2222