Avería en el Cuadrante C

Por Enrique Pertierra Serra

Caíamos y nada ni nadie podían impedirlo. Parecía increíble que tanta ciencia y tanta inteligencia no pudieran controlar aquella caída que a cada segundo se tornaba más violenta y, sin embargo, era cierto; tan cierto que cuando me di cuenta de ello casi se me escapa un grito y un sudor frío comenzó a recorrerme el cuerpo haciendo que me estremeciera involuntariamente.

Hacía unos minutos, la bióloga Aniusa había sufrido un ataque de nervios que sirvió para aumentar la tensión existente pero después de que el médico le suministró una buena dosis de tranquilizantes las cosas volvieron a la normalidad. Todos guardaban ahora absoluto silencio y sus serios semblantes no denotaban la más mínima señal de temor o desesperación, aunque era difícil tratar de adivinar qué pensamientos estaban pasando por cada una de las mentes de mis hombres;  por eso posé, como uno más, mi mirada en las anchas pantallas delanteras donde brillaba con tenue luz blanquiazul un insignificante puntito que poco a poco fue acrecentándose hasta tomar definitivamente las formas definitivas de un planeta.

__ Cuatro meses navegando en este lago sin fin para venir a estrellarnos en un planeta sin vida__ dijo el ingeniero Plann e hizo una mueca un tanto desagradable.

__ No todo está perdido aún__ dejó entrever la bióloga Osaris.

__ Pero sí más de la mitad__ le interrumpió el ingeniero.

__ Vale más no anticiparse a los acontecimientos__ señaló el astrofísico Elier__. Estamos muy lejos todavía para saber si en ese mundo existe vida o no.

__ ¿Vida?__ intervino Osaris__. ¿De que qué valdría en estos momentos? Si existe alguna forma de vida en ese planeta nuestra suerte no cambiaría en nada. Nos estrellaremos lo mismo.

__ Si no es que antes nos volatizamos en la atmósfera, su densidad determina en la resistencia de la coraza de protección térmica de la nave y todavía no sabemos cuál es__ añadió Elier.

__ Cierto__ convino Osaris__. De estar poblado ese planeta por vida racional, podrán confundirnos con la caída de un meteorito. Nunca se les ocurrirá pensar que una astronave con seres inteligentes a bordo esté desintegrándose en las capas densas de la atmósfera.

__¡¿ Por qué no se callan de una vez?!__ rezongó Plann.

Después, ya nadie más habló y los diminutos sonidos de los aparatos electrónicos llenaron la cabina con su infinidad de agradables tonalidades.

Me incliné y pulsé un botón. Cuatro grandes luces de color rojo parpadearon en el techo sobre el tablero de mando y un pitazo continuo avisó a la tripulación que nos disponíamos a aminorar la marcha.

Todos volvieron la cabeza hacia mí y me interrogaron con sus miradas.

__ Lo intentaremos__ dije.

Entonces empezaron a  atarse a sus asientos.

Yo sabía que era peligroso, pero decidí hacerlo. De todos modos íbamos directamente hacia la muerte. ¿Qué importaba morir antes o después? ¡Había que intentarlo! ¿Intentarlo? Por primera vez en mi corta vida supe el significado exacto de aquella palabra  y sentí vértigo. Luego, conecté el autopiloto, me recosté al asiento y aguardé.

La astronave comenzó a estremecerse bajo la enorme fuerza de empuje de los motores. Nuestros cuerpos se hicieron de plomo mientras una mano invisible nos oprimía el pecho, haciendo que nos pegáramos a los sillones anatómicos.

Cuando el autopiloto desconectó el sistema de encendido, sentí con alivio el sonido metálico de la máquina cibernética, como si aquella insignificante operación se hubiera consumado en mis entrañas.

Respiré con alivio, me zafé el cinturón de seguridad y me puse de pie. El ingeniero Plann se me acercó.

__ ¿Podemos entrar en órbita?__ preguntó una vez junto a mí.

__ Eso no lo sé aún, Plann __repuse__. Habrá que esperar otro tanto para hacer los cálculos; pero dudo mucho que podamos hacerlo. Además eso sería exponernos a un nuevo peligro: el que nuestra nave y nuestros organismos queden a merced de las radiaciones del pulsar durante un tiempo quién sabe cuan prolongado.

__ Esperar __dijo el ingeniero en un suspiro__. Siempre he detestado esa palabra.

Guardamos silencio unos minutos; tratábamos de buscar la mejor salida a tan difícil situación.

Nuestra astronave había sido alcanzada por las radiaciones del pulsar NP-0455 debido a un error de cálculo en la trayectoria y los pequeños cerebros electrónicos encargados de regular el régimen térmico de los motores se habían estropeado. Ahora intentábamos reducir la velocidad de la nave haciendo encendidos regulares para no estrellarnos contra el único cuerpo que giraba en torno al pequeño pulsar: el planeta CZX-NP-0455.

__ Voy a hacer los cálculos, Plann __dije mientras miraba de reojo a los demás.

__ ¿Le ayudo?

__ No vendría mal __acepté.

Nos dirigimos hacia el cerebro principal e hicimos los cálculos en menos de un cuarto de hora. La máquina dictaminó que era imposible repetir la maniobra si se tenía en cuanta la avería de los reguladores térmicos y el recalentamiento sufrido por el motor durante el último encendido. Plann y yo intercambiamos rápidas miradas.

__ Al menos logramos reducir considerablemente la velocidad de caída __dijo para consolarme y consolarse a sí mismo.

__ Lo que hará más larga nuestra agonía __dije poniéndome de pie__. Por eso hay que trabajar. Vamos a sondear el planeta.

__ Apruebo su idea. Así tendremos menos tiempo para pensar en la catástrofe. Dentro de treinta y seis horas, nos derretiremos en la atmósfera de ese planeta, digo, si es que la tiene.

A pesar de todo, le sonreí a Plann. Todavía tenía sentido del humor y eso me reconfortaba. Siempre había profesado simpatía al ingeniero, por eso di varias palmadas sobre su hombro derecho y agregué:

__ Vamos, aún tenemos tiempo de hacer algo útil.

La exploración arrojó resultados sorprendentes. Pese a que el planeta giraba muy lentamente alrededor de su eje, la temperatura era agradable en el hemisferio nocturno.

La imagen que nos trajo el telescopio también arrancó exclamaciones de satisfacción. Si bien no se podía divisar su superficie; al menos la gama de colores que pudimos apreciar a través de la pantalla nos resultó familiar.

Pronto surgió la interrogante de que si aquel era un planeta apto para la vida o no, pese a estar sometido a las intensas radiaciones del pulsar y decidimos enviar una telesonda biológica que no comunicó ninguna información.

La segunda nave automática tampoco dio señales de vida. Al penetrar en la capas densas de la atmósfera, enmudecieron sus aparatos de abordo.

Por último, comenzamos a enviar señales de socorro con la esperanza de que al menos se supiera lo que iba a suceder; pero tampoco recibimos respuesta.

El pitazo que indicaba peligro inminente nos tomó desprevenidos. Nos separaban diez minutos para penetrar en los altos estratos de la envoltura aérea del planeta y nosotros, atareados en la preparación de una nueva sonda, sólo atinamos a mirarnos sin saber qué hacer.

A pesar de la confusión, di la orden de asegurarse a los asientos y controlé cada movimiento de mis hombres. Nadie dijo nada, uno a uno fueron cumpliendo mi mandato hasta quedar en la posición ordenada.

__ La coraza térmica resistirá __dije  en tono solemne sin saber si era cierto.

La astronave penetró a velocidad vertiginosa en la atmósfera del planeta con los soportes de descenso desplegados. Yo mismo los había accionado para evitar que el impacto fuera demasiado violento, pensé que tal vez así alguien pudiera salvarse. Vanos pensamientos míos,  porque a semejante velocidad no debía quedar nada después del choque.

La coraza térmica comenzó a arder a los diez mil metros de altura sobre la superficie, según el indicador ubicado frente a mí en el tablero de mando. Enormes llamas rojas, amarillo-azulosas, lamían los lentes de las telecámaras que hacían posible la visión exterior. Al mirar a las pantallas, tuve la impresión de que aquel huracán   de fuego podía irrumpir de un momento a otro en la cabina.

Uno a uno fui observando a mis compañeros y algo me oprimió el pecho por dentro que  no eran las sobrecargas. Había llegado el final y todos estaban tensos, pero tan tranquilos observando las pantallas, que más que a un accidente, aquella escena parecía corresponder a un suave descenso en un planeta habitado.

Una sensación extraña vino a interrumpir mis cavilaciones. Por las nuevas sobrecargas que experimenté, pude darme cuenta  de que aquello no era otra cosa que la ruptura brusca del movimiento uniforme de desaceleración. La nave había disminuido violentamente la velocidad y ahora comenzaba  a caer despacio, como si resbalara dentro de una gigantesca masa viscosa.

Rápidamente busqué las pantallas y pude ver que estaban cubiertas por una sustancia densa, que corría formando pequeños caudales dentro de la compacta masa que, al parecer, había envuelto nuestra astronave.

__ ¡Pronto Osaris! ¡Conecte los analizadores exteriores! __grité.

Osaris no tuvo tiempo; la nave tomó velocidad nuevamente y, después, sentimos un golpe. Luego quedamos quietos.

__ ¡Nos hemos posado! __gritó Plann con júbilo.

Miré el altímetro; su verde columna marcaba cero. Entonces puse la nave en posición horizontal y con discreción observé el panorama que reflejaban las pantallas. Afuera; una espesa bruma multicolor se agitaba bajo los embates de la ligera brisa nocturna.

Conecté los proyectores exteriores, e hice varias señales. La niebla se agitó más aún y comenzó a formar pequeños remolinos que giraban con pasmosa rapidez. Repetí la operación y el efecto volvió a producirse.

Interrogué con la mirada a Osaris y esperé su respuesta.

__ Puede ser fotosensible __me dijo en tono de duda.

__ Bien __dije después de suspirar hondamente__. Exploraremos los alrededores __e hice una señal a Plann para que me siguiera.

Después de vestirnos con los engorrosos trajes espaciales, Plann y yo bajamos en el pequeño ascensor de la astronave. La espesa niebla verde amarillenta fue la primera en recibirnos cuando la escotilla quedó abierta.

Toqué aquel suelo extraño con mi bota derecha y di algunos pasos. Noté que la neblina también poseía tonalidades pardas y violáceas y su densidad era tal, que nos privaba la visión más allá de tres metros a la redonda.

La superficie era rocosa e irregular. Tomé algunas muestras y las introduje en los bolsillos especiales de mi atuendo.

__ Todo normal __informé a la nave y continué la marcha seguido de Plann.

__ ¿Qué será esta niebla? __dijo el ingeniero mirándome a través del grueso cristal de su escafandra__. ¿No ha pensado usted por qué razón no nos despedazamos o nos volatilizamos al hacer contacto con ella?

__ Si no me equivoco creo que es lo mismo que nos salvó mientras caíamos, pero en otro estado.

__ ¿Qué quiere decir?

__ Que la neblina y la sustancia viscosa que aminoró nuestra  caída son lo mismo; pero esto es algo así como un vapor y aquello era como un líquido espeso.

__ ¿Y la otra?

__ Vaya usted a saber. Ya  habrá tiempo para analizarlo más detenidamente __dije y me adelanté varios pasos.

Caminamos sin cuidado por la roca desnuda, sumidos en hondas reflexiones. Todo me parecía tan extraño, que mi mente no daba cabida a ninguna explicación científica capaz de esclarecer tan interesantes fenómenos. ¡Era imposible que alrededor del pulsar girara un planeta y, menos aún, con aquellas características!

__ ¡Mire usted jefe! __exclamó Plann, sujetándome por la manga.

Alcé la vista y me detuve. Varias luces extremadamente brillantes aparecieron entre la espesa niebla.

__ Tienen movimiento propio __dije en voz baja.

__ ¡Y vienen hacia acá! __gritó el ingeniero.

__ ¿Qué sucede? __preguntó Osaris desde la nave__. ¿Hay algún peligro? ¿Por qué se han alejado tanto?

__ Sólo unas luces, extrañas como todo en este mundo; ahora vuelan sobre nuestras cabezas __le reconforté.

__ ¿Alguna forma de vida?

__ Es lo que parece.

__  ¡Mire allá, jefe! __exclamó Plann __. ¡La niebla comienza a agitarse más!

En efecto, la niebla había comenzado a arremolinarse, formando pequeños ríos multicolores que corrían raudos a través de sus estrechos cauces.

__ ¡Los colores del iris! __grité. Y sin poder contenerme, corrí hacia allí.

Plann, luego de gritarme varias veces que me detuviera, se lanzó tras de mí; en tanto yo me hundía en aquel mar de colores y comencé a flotar en él, como si lo hiciera en el mismísimo espacio cósmico.

__ ¡Esto es fantástico! __dijo Plann __. ¡Nuestros cuerpos se han hecho ingrávidos!

Me voltee, tratando de divisar al ingeniero a través de la bruma y ejecuté varios giros hasta que, por fin, localicé su silueta.

La escena que contemplaron mis ojos me dejó estupefacto. Plann se confundía con la niebla como si formara parte de ella, su cuerpo semejaba un pedazo de tela  agitado por el viento ¿Era aquello un fenómeno de adimensionalidad?

Miré mi cuerpo para comprobar si también a mí me sucedía igual y el asombro hizo que quedara boquiabierto. ¡Parecía que emergíamos de la nada o que la nada brotaba de nosotros!

La voz de Osaris ahuyentó mis pensamientos. Su tono me obligó a reaccionar con rapidez.

__ ¿Sucede algo? __pregunté.

__ ¡La avería ha desaparecido! __gritó Osaris a través de la radio __. También lo hicieron las muestras de niebla que conservábamos en el laboratorio. ¡Se han esfumado de los recipientes herméticos!

__ ¿Está usted loca? __añadió Plann y nos pusimos en movimiento.

No tuvimos que caminar mucho; para sorpresa nuestra la niebla ingrávida nos arrastró hasta la base del ascensor y nos depositó casi en su interior.  Se accionaron los controles automáticos y pronto nos encontramos en la cabina. Osaris nos salió al paso.

__ ¡Vean! __dijo, conduciéndonos hacia el panel de mando.

Una rápida mirada me bastó para leer los indicadores. Me volví hacia mis hombres y dije:

__ No hay tiempo que perder. Debemos abandonar el planeta cuanto antes.

Despegamos sin novedad. La nave atravesó en pocos minutos aquella especie de atmósfera viscosa y luego de seis horas de vuelo, nos encontramos nuevamente en la trayectoria de regreso.

Conecté el sistema de comunicación y establecí de inmediato contacto con la base.

__ ¡Aquí la Aldebarán! __dije en tono firme __. Solicitamos datos  sobre el planeta CZK-NP-0455. Hemos sufrido una avería en el Cuadrante C y, luego de aproximarnos y descender en ese extraño mundo, esta desapareció inexplicablemente.

Esperé unos minutos. El ruido de las interferencias me adormeció sin darme cuenta. Cuando la voz metálica del robot se escuchó a través de mis auriculares, desperté sobresaltado. Poco a poco las palabras del autómata iban llenando mis oídos desde miles de millones de kilómetros  y, sin darme cuenta apreté el borde del panel.

__ ¡No es posible! __susurré cuando el caudal de palabras hubo cesado__. Si nosotros acabamos de visitarlo…

__ ¿Sucede algo capitán? __inquirió el ingeniero Plann frunciendo el ceño.

__¡CZK-NP-0455, es un planeta desprovisto de atmósfera! ¡Un mundo muerto!__contesté en voz baja mientras desconectaba la radio.

__Pues… __añadió el ingeniero por respuesta.

No dije nada más. Reprogramé el autopiloto y aguardé unos minutos.

La nave comenzó a salir de la trayectoria, describiendo una suave curva en el espacio.

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