Buen jefe, mal jefe…

Ya en el lejano 1962, el Guerrillero Heroico definía al cuadro de dirección como,  la persona ligada al sacrificio y a la demostración, con el ejemplo, de las verdades de la Revolución. En mis años estudiantiles, cuando el director de la escuela anunciaba a los profesores que cuidarían exámenes, el área de formación quedaba dividida en dos clamores: el del júbilo y el del desaliento. De tal modo se conocía quien permitiría una miradita y quién haría las cosas bien.

Traigo el recuerdo a colación porque es muy común y “conveniente” que, el jefe bueno sea el que “no se mete en nada”. Un cuadro de dirección con semejantes debilidades crea el caldo de cultivo para la corrupción y las componendas. En alguna parte leí esto que ahora comparto con ustedes:  El jefe que viola su promesa, ni me agrada ni me sirve. El  que teme delegar entorpece al sencillo, al humilde, al talentoso, al que crece,  ni me agrada ni me sirve. Ese jefe vitalicio que la corrupción permite y se casa con el vicio,  ni me agrada ni me sirve. El  solapado, sumiso, conservador, rutinario,  ni me agrada ni me sirve.

Sería poco honesto decir que no hay jefes así, como también los hay, y muchos, que andan con la honradez y la verdad por delante. Los primeros, pertenecen a las malas selecciones, a las formalidades y a los vacíos de liderazgo. Están por estar y no les concierne si el sol nace por el oeste una  de estas mañanas. Los segundos son  los fuertes de espíritu;  los que comprenden el arte de  dirigir, los que abrazan una causa y la hacen suya, por la felicidad de la mayoría.

Un  buen jefe, es el que sabe escuchar,  aunque no le convenzan ciertos criterios; es el que  valora con mente abierta los criterios de los demás, es  ejemplo de trabajo, disciplina, conocimiento y compromiso, aglutinador de esfuerzos, controlador incansable, asesor certero; pero también inconforme y propositivo, innovador, exigente y humano.

En el Informe Central del 7mo. Congreso del Partido, aunque se reconocieron avances, se señalaron insatisfacciones con la elección y preparación de los cuadros.     “Grandes potencialidades se pierden a causa del inadecuado trabajo con las reservas y por la débil influencia de los responsables en el proceso de selección y formación de la cantera”, refleja el documento.

Es evidente que quién dirige ha de ser bueno en lo que dirige. Un buen director de escuela, por ejemplo, ha de ser, en primer lugar, un excelente maestro. Y es que toda responsabilidad tiene una fundamentación ética y profesional,  humana e inviolable, sin olvidar que no se es jefe para el beneficio personal, ni por encima del poder del pueblo, ese que, en Cuba te nombra o te destituye pues en su concepto más justiciero el jefe es el  guardián y administrador de sus bienes.

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