Maceo en Mantua, la impronta de un hombre y su hazaña

Desde las suaves colinas y campos que rodean a, Mangos de Roque, casi dos siglos de lucha contemplan a Mantua, poblado occidental al que, en la tarde del 22 de enero de 1896, llegaran las huestes mambisas comandadas por el general Antonio Maceo y Grajales.

Mangos de Roque

Ya pasaron 125 años del hecho de armas que puso en jaque al colonialismo español en la isla, y la herencia histórica perdura entre los habitantes de la villa, dueños de un pasado que vuelve en cada hecho cotidiano.

La cantan los niños cada viernes, respira en las anécdotas de los que peinan canas y anida en los monumentos sencillos que la sagacidad local ha construido desde 1935 hasta la actualidad.

El abanderado, Panchito Figueroa, a la vanguardia, seguido por el regimiento Vueltabajo, porque Maceo, de tan hidalgo que era, le había concedido el honor a los pinareños de entrar primero en Mantua. Enrique Pertierra Serra. Escritor e historiador.

Aquí todos saben del Titán de Bronce

Es muy fácil que, en Mantua, el paisano explique al peregrino lo que ocurrió a las tres de la tarde del 22 de enero de 1896, en la finca, Los Conucos, lugar por donde la columna mambisa del Lugarteniente general Antonio Maceo entró en el pueblo, y pinte con palabras los homenajes al Titán oriental.

Él bailó la noche entera con la joven, Nieves Catá, y cuentan que, los prejuicios de la época, la condenaron al exilio por la osadía de conceder todas las piezas al héroe mulato. Lo cierto es que, la Catá, siempre será recordada como la primera mujer mantuana que se opuso al puritanismo y la hipocresía de las razas.

Las huestes mambisas acamparon en la plaza cercana al río que lleva el nombre del poblado, y el Titán pernoctó en la casa de Idelfonsa Izquierdo, mulata simpatizante del independentismo. Todos en el pueblo creen que la casona donde hoy vive la familia, Meléndez Ruiz, es la morada original que dio cobija al caudillo mambí.

La leyenda habla de un clavo español que sobrevivió decenios y remodelaciones. Hincado en fuerte horcón de pino tea, el estilete- dicen- sostuvo la hamaca del General, mientras sus escoltas orientales le cuidaban el sueño.

Nuestra familia atesora con devoción, la leyenda del clavo que sostuvo la hamaca del General. Nos gusta creer y así lo hacemos, que en esta casa, en sus cimientos, o en el lugar, vivió Idelfonsa, y pernoctó el Titán de Bronce. Ese es nuestro gran tesoro familiar. Reinerio Meléndez Laza. Profesor y dueño de la vivienda.

Maceo en el imaginario de Mantua

Es tan fuerte la conexión con la personalidad de Maceo que, cada 22 de enero, niños y jóvenes representan momentos cruciales de su presencia en la villa occidental. La firma del Acta Capitular, el banquete al que lo invitara el regidor, Simón Docal y el baile quedaron grabados en la exégesis popular.

El papel del general Antonio, se lo disputan los niños. No importa si son mulatos o rubios; todos quieren vestirse de blanco, con polainas de hule, cinto apretado y estrellas doradas en el cuello.

Aquí cabe una anécdota narrada por el profesor, Lucilo Montano, a su regreso de un evento pedagógico internacional. Su exposición incluía un vídeo en el que, un chico mantuano de piel blanca interpretaba a Maceo. Una delegada del Uruguay le preguntó, cómo era posible, si el General era negro.

Lucilo respondió que, (…) en Mantua, todos los niños, al vestir la indumentaria mambisa, tenían el mismo color de piel.

Por estos días las calles se agitan. La villa se acicala para el encuentro anual con la historia de Cuba, donde la situara Antonio Maceo, el Titán de Bronce en el torbellino independentista. Los habitantes pintan sus casas, abundan las flores en los parterres y se renueva cada espacio, donde la rutina y los elementos destiñeron, rasgaron, horadaron.

Junto al Titán de Bronce

En la plaza de Mangos de Roque, los restauradores afilan las espadas del tiempo, y la tierra- ansiosa- espera la marcha de la Columna de la Victoria, fuerza mambisa del presente que reedita las glorias pasadas de los que prefirieron anegar el polvo con la sangre valerosa antes que claudicar en el empeño de tener patria sin amo.

Así es Mantua, la pinareña, la que está bien al noroccidente en un arco que apunta al Golfo de México. Es la villa de sobrios obeliscos dedicados a la gesta inmortal del general Antonio Maceo y sus huestes mambisas. Es la guardiana de una época de lucha por la independencia y la soberanía nacional que, a casi 12 lustros se multiplica en cada uno de sus habitantes.

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