Fulgencio Batista, el bandido que ensangrentó a Cuba

Fulgencio Batista y Zaldívar, fue un dictador que bañó en sangre a esta isla en siete años de feroz dictadura. Mató a 20 000 cubanos – lo dijo John F. Kennedy, y agregó- “si en proporción comparamos la cifra con la población norteamericana de entonces, resulta que murieron más habitantes de esta isla bajo su régimen que estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial”.

La juventud de hoy no lo conoce. Sus referencias sobre Fulgencio, la bestia, son pocas. Por eso es bueno que comprendan que los cantos de sirenas en Internet sobre una súper Cuba en tiempos de Batista son una verdadera y cruel mentira.

Expertos de diversas tendencias políticas- la mayoría norteamericanos- hoy coinciden sobre la espantosa deformación de la estructura económica que sufría este país. Cuba era el traspatio; un bodrio mono productor, mono exportador y totalmente dependiente del capital y la industria del norte. Y el drama mayor tenía lugar en los campos de este país. Otra cosa es mentira.

Lo que ocurrió el 10 de marzo de 1952 fue un golpe de estado, y no precisamente contra Carlos Prío Socarrás: el porrazo fue contra la democracia y contra el Partido Ortodoxo que, sin dudas, ganaría las elecciones en junio de ese mismo año. Otra cosa, es ficción.

Pero, ¿Quién era Batista? Pues de eso se trata desde el inicio de este reporte. El homicida Fulgencio nació en Banes, Cuba, en 1901, y presuntamente murió de un infarto en un hotel de Guadalmina, España, en 1973, en circunstancias- según dicen- poco decorosas.

Ingresó al ejército por necesidad, pues buen militar nunca fue, y en 1928 ya era sargento taquígrafo. Pillo de cuna aprovechó el descontento imperante entre intelectuales, obreros, estudiantes y militares, y en 1933 se apoderó literalmente de, “La Junta de los Ocho”, un motín de sargentos liderado por Pablo Rodríguez.

A partir de ahí fue el poder tras la sombra de Grau San Martín, otorgó presidencias, cargos públicos y grados militares, incluido los de él, que no los ganó en ninguna guerra, hasta que en 1940 se hizo cargo del gobierno.

Ladrón como fue, se presume que trataba con los capitanes de submarinos alemanes a la caza de convoyes aliados en estas aguas. Si no era así, ¿Cómo explicar la reprimenda que le echó al alférez de fragata, Mario Ramírez Delgado, comandante del C- 13 cuando el 15 de mayo de 1943 su buque hundió al U-176?

Cuentan que poco faltó para que le diera un tiro. Por órdenes expresas de Batista se ocultó el hecho que solo fue reconocido en 1946, un año después de concluida la guerra. Más turbio, y tratándose de un ladrón, ni el agua donde se hundió el submarino. Esto también lo hace ante la historia, un traidor.

Cuando ya había robado bastante, y alimentado sus arcas con el juego y el trapicheo con los U- Boats del Tercer Reich, Fulgencio “aceptó” entregar la presidencia y se fue a los Estados Unidos para residir en Daytona Beach. En 1948 regresó y fue elegido senador. En 1952, como todos saben,  protagonizó el golpe militar que disolvió el Congreso, suspendió la Constitución de 1940,  ilegalizó las formaciones políticas y cubrió de sangre y luto a las familias cubanas.

De poco le sirvieron a Fulgencio las represiones y los asesinatos. En 1953, Fidel y sus hombres le asaltaron el cuartel Moncada. En 1956 aquellos jóvenes- que amnistió obligado por la presión popular- le desembarcaron en la antigua provincia de Oriente, derrotaron a su ejército de 10 000 hombres y lo hicieron huir a tiro limpio en la noche de fin de año de 1958.

Dicen por ahí, que Roma paga a los traidores, pero los desprecia. El tirano tuvo que volar a República Dominicana, a los brazos de Leónidas Trujillo- otro dictador y asesino como él- porque el Tío Sam no le dio abrigo.

Delante de su comitiva, los mandos militares y la prensa, su par le ofreció 15 000 soldados, aviones y tanques para recuperar la posición perdida, pero Fulgencio… no aceptó.

Dicen que “Chapitas Trujillo” lo metió preso 24 horas para que reflexionara sobre el peor defecto de un hombre: la cobardía. Después le quitó dos millones por los “magníficos” fusiles San Cristóbal que le enviara para combatir a Fidel Castro, y al pie del avión que lo sacó del país, le quitó otro milloncito… por gastos e inconvenientes de su estancia.

Batista pagó sin reservas, después de todo era dinero robado. A partir de ahí comenzó su “destierro”, la prohibición expresa de residir en Estados Unidos y el olvido voluntario de su familia y de quienes le siguieron cuando era el hombre fuerte- entiéndase el asesino- de Cuba.

Desde su huida hasta hoy, el país que le suministró fusiles, aviones, tanques, asesores y respaldo para combatir al pueblo, jamás le ha dado respiro a esta isla.  Batista se fue- o lo hicimos ir- pero de Cuba se esperaba que mantuviera los privilegios a las compañías y latifundistas; que continuara su suerte de país esclavo y que, con el asesinato de Fidel Castro- y mira que lo intentaron- apareciera otro Fulgencio que les permitiera disponer de nuestra vida. Afortunadamente no sucedió.  

Cuando alguien me dice que, antes de 1959 se vivía mejor, lo mando a repasar la historia de un sátrapa, ladrón y cuatrero llamado, Fulgencio Batista y Zaldívar. Y las maravillas sobre él, son puras mentiras.  

Pero si quedan dudas, termino casi como comencé. dijo Kennedy sobre el apoyo de los Estados Unidos de América a Batista: “Quizás el más desastroso de nuestros errores fue la decisión de encumbrar y darle respaldo a una de las dictaduras más sangrientas y represivas de la larga historia de la represión latinoamericana”. Y Kennedy, no era comunista, que conste.

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