Péndulo

Epour si move

Galileo Galilei.

 A Enriquito Pertierra, por su insistente y bien probado patriotismo.

I

Muchos en el pueblo lo miraban pasar  e intercambiaban guiños.  La música de Lennon, el Hit Parade en  FM y su asiduidad  a los bares bohemios  repletos de melenudos  con poemas en ristre, le crearon la aureola de  tipo “al revés”. 

– “Así  que  escritor.  Comemierda, es sí”.

En los villorrios como Mantua, la ocupación de un hombre siempre se midió por los  callos de las manos, el desgaste físico, la  brutalidad lexical  y las prominencias  musculares.  Quien  estuviese  apartado  de  tales estándares  era sospechoso,  olía a  homosexual,   blandito,  pendejo  o rajao. 

Sus  cincuenta y siete  kilos, barba  de  cuatro días y pelo  amarrado  en  una  cola  de  caballo  le  hacían el candidato perfecto  para  el club de los flojos.

-“De un momento a otro se va pal carajo”.

-“Lo de escuchar a Silvio y Pablo es una fachada del descarao ese”.

-“¿Qué coño es eso que  canta,  imayin ol de pipol?”

Tenía por únicos tesoros un relojito plástico sin pila, un Levis viejo trapicheado a los colaboradores soviéticos, un desmangado con símbolos hippies   y  la  grabadorita mono, regalo de su  tío  que  luchó  en Angola.

Su  atuendo contrastaba con    las  camisas Yumurí fabricadas en China y  los  escandalosos relojes, Zarias y Raketas y Poljots usados por   individuos engafados, en mangas largas y pantalones  oscuros (los jeans  eran del enemigo).  Eran los “integrados” que lo miraban por encima del hombro y  contra quienes, su libretica de cuentos y poemas eróticos no tenía chance.

Pasaron los  ochenta y el escoria, el posible  emigrante ilegal, blanco de “jugosas” propuestas  de  autoproclamados “agentes de la Ci Ai Ei” seguía aquí;   un pelú de pico duro que  trabajaba en Cultura,  medio hablante de Inglés, criticón  intransigente, rebelde sin causa  a quien acercarse podía traer dificultades.  

Era, entre los  aguerridos, una  oveja gris  que asombrosamente, se auto proponía para  las  movilizaciones,   las   horas  voluntarias, o la actualización de murales sindicales con  poemas, figuritas de colores  y  dibujitos  infantiles.

– “Déjenlo.  A  él le gustan esas  mariconerías”.

Llegaron  los  noventa y con ellos  la caída  de la  URSS. Algunos  no  comprendieron del todo  en el primer momento;   pensaron  que era un tiempo de distensión  laboral, ideal  para comer  frutas  y  vegetales.

Los de mangas largas, Amadeus y  Poljots,   se tornaron más ácidos  que  un limón  fuera de temporada y  dedicaron tiempo y energías a retomar  vínculos  con  la diáspora.

Sus exóticos  compañeros de trabajo se  apresuraron a  integrar  conjuntos  de pequeño formato  para  tocar melodías  tradicionales  a los turistas.

-“¿Círculos de interés?”

– “¡Al carajo!  No estaban  para  clases”.

– “¡Había  que lucharla!”

Él dejó de ser  el centro de atención y quedó desplazado por  nuevos  argumentos  filosóficos  y  morales. Un buen día su libreta de cuentos y poemas eróticos regresó  impresa hasta la librería  de la  esquina.

De un  indeseable piloso se  convirtió en  fulano de tal, el  escritor.  El status  tiene  una  influencia del carajo- se dijo-  Te  viste, te  corta el pelo, te afeita y  te quita los  letreros.

Llovieron las felicitaciones de los avinagrados, mientras los “agentes”  de la Ci Ai Ei se  alejaron.  

-“Del G-2, el pelú  es del G-2”.

Eran  los tiempos de los carritos con  chapas  color berenjena,  competidores  aventajados  de los Ladas soviéticos – rusos- en las  maltrechas carreteras.

Las carestías  sobrepasaban  las capacidades creadoras de la gente. Algunos  compraban en la  Shopping, la mayoría resistía sin deshonras”. 

Junto al pan de costumbre se alineaba el  caldo de tilapia, los  huevos  pasados por  agua, la salvadora  harina de maíz y  el arroz precocido.

Los apagones, ¡terrible!

El pueblo se fue quedando  vacío:  

-“Se piraron  veinte”.

-“¿Te acuerdas de Armandito? Se fue  anoche”. 

-“Cholo  trabaja  en La Habana, en una corporación  extranjera”. 

-“Machín  está  manejando  una  guagua de turismo”.

-“Yumisleidys  se  fue  a jinetear”.

– “Juan y Pedro  se empataron  con  dos extranjeras  y  se  para Alemania”.

-“¿A Berlín?”

-“Sí,  escritorcito, a Berlín. Tienen un contrato para tocar allá”.

Luego  vino  su  propio  viaje gracias a los  cuentos y  poemas de la libretica, y otra vez  comenzaron  las  apuestas: 

-“Ahora sí se queda”, 

-“No se fue antes por pendejo”.

Y  se vio en el  avión,  y  no pudo  negar  el  orgullo se saberse triunfador y digno hijo de Mantua, la de Cuba.

El jet de Alitalia aterrizó en el “Leonardo Da Vinci” a las tres y treinta de la tarde de aquel jueves 20 de octubre. Allí lo asaltaron los periodistas:

– “¿Quién después de Fidel?

– “Raúl”.

– “¿Y después de Raúl?”

– “¿Por qué no lo preguntas a él?”

Semanas de presentaciones, conferencias, buenos y merecidos tragos, y el regreso,  para  asombro  de los apostadores que  seguro perdieron el dinero.

No faltó  por esos días de hoteles y modernidad la comunicación  con la diáspora que  descubrió su éxito en Internet.

También las justificaciones de los que  se creyeron en la obligación  de explicar  lo  mucho  que  amaban su tierra,  lo difícil  que les  resultaba  la  lejanía y lo que  sintieron no poder ayudarlo  durante los años difíciles de su ostracismo.

Un día  vinieron los  alemanes, Juan y Pedro, se disculparon por no ser ricos y lamentaron que no los comprendieran”.

“Ustedes necesitan vivir  nuestra  experiencia – dijeron- para conocer el reverso de la moneda”

Total, como  si  treinta dólares fueran a hacerlos ricos,  o significaran el completo para un auto de lujo.

Pedro evitó  el contacto con  los  conocidos.  Pablo, más bicho, puso  una  botella de Havana Club entre cinco  sociales y se dio el  baño de pureza que su espíritu necesitaba.

Así  comenzaron  los nuevos tiempos. Él, igual; un hippie  irreverente,  el  que tiene  en la  sala-cocina- comedor-cuarto  de la casa  una  foto  del  Che, un Corazón de Jesús  y una  bandera cubana; el mismo que  alfabetizó  siendo  un niño, el rechazado hacedor de murales al que no le faltaron propuestas para quedarse  en la gélida Europa… el pelú de la libretica de poemas que regresó del extranjero para seguir respirando el aire limpio de su terruño.

Gracias, Enriquito, por tan hermosa lección de patriotismo.

L. Boza

One comment to “Péndulo”
One comment to “Péndulo”
  1. Sencillamente, felicito al periodista >Lazaro Boza Boza, por su mangnifico articulo en el que retrata al querido historiador PERTIERRA, un tipo valiente, amigo de sus amigos y comprometido con hacer Cuba.
    Me sorprendió también el recorrido por la página, muy buena, los FELICITO. Quizás algún día colabore con ustedes,
    Una sugerencia: Podría ser posible que los compañeros de la Farmacia Principal Municipal dieran a conocer en la PAGINA, las existencias y los usos de los productos naturales que ellos tienen en la Farmacia, así la población tendría esa valiosa información , ahora que no tenemos todos los medicamentos genéricos presentes, por las dificultades económicas que atraviesa el país. Quizás se puede habiilitar una Sección de MNT para ellos. Eduardo, Yeyki y Odalys.

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