Lo que enseña la vida a un periodista local

Hace varios días quería hacerles este comentario. Comenzaré por decir que no voy a darme el baño de pureza, ni hablaré con justificaciones que no me pertenecen, ni representan al medio televisivo local, en el que hemos estado por 15 años.

La frase de los que nunca agradecieron, de los confundidos y de los que repiten por morbo, diversión o por falta de oficio es la siguiente: no veo Mantuavisión, porque ahí, todo lo que dicen es mentira.

Tampoco voy a hablarles de lo difícil que es hacer periodismo, de lo resbaladiza de la información, de la falta de cooperación y de cuantos problemas enfrentamos a diario este reducido equipo para que, durante la semana, tele pinar y las redes sociales reciban algo de Mantua, y para que, cada sábado, se pueda transmitir en la localidad.

Ha dicho recientemente alguien que, he comenzado a admirar, que los críticos, por lo general trabajan y aportan menos que los criticados.  He de decir que estoy de acuerdo a medias con tal definición.

Porque la crítica constructiva es necesaria para enderezar caminos. En casi 20 años de práctica profesional en esta villa, solo he tratado con una docena de personas que asimilan la crítica y se movilizan para que lo señalado se solucione.

Por lo general, lo que está mal se esconde de la cámara, se niega la entrevista, se disimula tras el “miedo escénico” o el… “yo no sé hablar por ahí”. De todos los que me han dicho algo así o parecido, he de reconocer que, solo uno hace mucho por su pueblo, y en verdad tiene miedo escénico. Desde aquí lo saludo.

Años atrás, un cuadro del territorio declaró, con motivo de la preparación de tierras, que en el territorio actuaban 130 tractores. Imaginen, lo dice una persona autorizada. Como la cifra era inmensa, nos dimos a la tarea de investigar: solo estaban activos 8 tractores. Todavía no teníamos el CAI arrocero ni los pelotones de maquinarias holandesas.

La experiencia me enseñó que, la mentira, esa serpiente implacable, camina entre nosotros y hace caso omiso de la verdad y de los principios éticos. Aún así, nos corresponde seguir intentándolo todos los días.

Hay miles de ejemplos diarios que, desacreditan a la prensa. Si anunciamos cero movilidades, pero Antoñico y Genaro se van a las tiendas de Pinar del Río, o Gumercinda se lleva a la nena de la casa a sacarle fotos de 15, entonces, ¿De qué puede valer una información que se anuncia para todos, y se llena de excepciones? Los ejemplos los tenemos documentados y denunciados por la propia ciudadanía.

Si grabamos 22 trabajos productivos sembrando boniato, y no ponemos uno solo cultivando y vendiendo el producto en los mercados, ¿De qué valió tanto esfuerzo televisivo? ¿Dónde se mete la credibilidad nuestra y de los agricultores?  Los ejemplos, también los tenemos documentados.

Si comunicamos una iniciativa, un logro por venir, un proyecto prometedor, algo que comenzó a funcionar… y a la vuelta de un mes YA NO FUNCIONA, YA SE OLVIDÓ, YA SE ROMPIÓ… ¿De qué vale nuestro trabajo?

Y estas cosas ocurren porque la prensa es el reflejo de lo que va pasando, es el elemento mediador entre los decisores y la comunidad y es vehículo de la esperanza.

Pero también puede convertirse en cómplice de lo mal hecho, bajo la premisa falsa de que, hay verdades que no pueden decirse porque afectan a la Revolución.

No, no se asombren. Ese criterio también flota en el imaginario de los ineficientes, y muchas veces, nosotros los periodistas nos hacemos eco de él.

Pero lo único verdaderamente cierto es que, la verdad es la fuerza mayor de este país, aunque sea duro, aunque exponga un error, una equivocación.

Algunos colegas con responsabilidades se sorprenderán de estas palabras. Solo les sugiero tomar sus celulares, activas sus datos, y repasar el reciente encuentro del presidente cubano con los periodistas, y escucharán asuntos iguales, y más espinosos con el único objetivo de construir un mejor país y que la prensa refleje mejor la vida, la realidad, los problemas y las soluciones.

Cinco o seis años atrás era posible preguntar a cualquier mantuano acerca de casi cualquier tema y la TV comunitaria contaba con la respuesta. Hoy esa posibilidad se ha esfumado. Desilusiones, asuntos planteados sin solucionar, temores, y otras causas les limitan.

Otros denuncian, pero quieren el anonimato. Al parecer han pasado por diversas situaciones en las que aprendieron que, enfrentar los problemas podría traerles dificultades.

¿Cómo entonces hacer una TV comunitaria que pondere lo bueno y hermoso, de seguimiento a temas, critique los problemas y exija por su solución, si los mismos pobladores no colaboran para enfrentarlos? Les dejo la pregunta para la reflexión personal.

Pero, ¿Miente Mantuavisión?

Claro que no. Como tampoco se hace responsable de la pésima actitud de un funcionario público, de la mala atención en un centro de servicios, de la cosecha que se “esfumó, del inescrupuloso que roba y corrompe, del chapucero, del indolente y del que pregona el, haz lo que yo digo, y no lo que yo hago.

A la Televisión, a la prensa no le asiste el derecho legal de sustituir, de fiscalizar. Nuestro papel es escuchar a la población, recabar información veraz, sistemática y adecuada de los que administran, mostrar los hechos, mediar entre la sociedad y los decisores que esta elige, exaltar lo bueno que se hace en bien de todos, y señalar con ojo crítico lo mal hecho.  Y todo eso lo hemos estado haciendo, sistemáticamente, por 15 años.

Nosotros permanecemos al lado del pueblo, de ese mismo pueblo que tiene todo el derecho a juzgarnos, cuantas veces estime necesario y conveniente, pero también, el mismo pueblo que tiene la obligación de elegir buenos delegados, exigir por el buen servicio, denunciar los problemas, enfrentar la falta de sensibilidad y cooperar con la prensa para que el consenso y la verdad sean bienes que pertenezcan a todos.

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