La Invasión de Oriente a Occidente, Repercusión en Mantua. el Acta por la Proximidad de la Ivasión

  El 22 de octubre de 1895 había partido el ejército invasor desde los históricos Mangos de Baraguá, casi en el corazón de Oriente y cincuenta y ocho días después penetraba triunfante en la provincia de la Habana ante las desconcertadas fuerzas españolas que trataban a toda costa de contenerlo y el pánico de integristas y autonomistas capitalinos que creían ver en el inevitable avance, la entrada de las huestes libertadoras en los barrios periféricos de la mismísima ciudad capital. Tanto era así que el propio capitán general Martínez Campos, ordenó el estado de sitio y emplazó en las calles habaneras baterías de cañones y aseguró a la población capitalina que, de avistar las tropas mambisas en las afueras de la villa, daría la alarma haciendo disparar cinco cañonazos desde el castillo del Príncipe.

     Acampados en Hoyo Colorado, el 7 de enero de 1896, Gómez y Maceo trazaron la estrategia de la etapa final de la Invasión. Creyendo ver en la débil resistencia española en la provincia de la Habana un ardid de Martínez campos para atrapar a Maceo en Vueltabajo y lanzar sobre él la mayor cantidad de hombres, Gómez expuso la idea de dividir en dos el ejército invasor él quedaría en la Habana al frente de una columna de dos mil hombres para distraer al enemigo, mientras Maceo continuaría hacia Pinar del Río tratando en su marcha de rendir  en masa a las numerosas poblaciones vueltabajeras con el objetivo de quebrantar la moral de los españoles, pertrechar con armas las nuevas unidades formadas por pinareños y organizar la guerra en esa provincia. Puestos de acuerdo, los dos  geniales estrategas militares se separaron para iniciar nuevamente las acciones.

     La columna de Maceo partió del ingenio Maurín el 8 de enero; la componían cuarenta  hombres del Cuartel general, ochenta  de la escolta del Lugarteniente general, cuatrocientos noventa del regimiento Céspedes, quinientos del regimiento las Villas, trescientos sesenta del Tiradores Sotomayor y cien asistentes y ordenanzas para un total de mil quinientos sesenta efectivos. Esa noche, después del combate del Garro, acamparon en los límites de la provincia de Pinar del Río.

     Al amanecer del día 9, la columna invasora cruzó el camino de Guanajay a Mariel, luego, el pueblo de Cabañas; entonces fue que los españoles se percataron de que los invasores estaban en suelo pinareño, pero ignoraban que Gómez se mantenía en la Habana al frente de dos mil trescientos hombres, pues lo generales  Suárez y García Navarro habían informado al mando superior haber embestido contra las tropas de Maceo en Ceiba del Agua, conducidas en realidad por el generalísimo. La estrategia elaborada por el jefe del Ejército Libertador había dado resultado cuando el mando español supo de buena fuente que Maceo estaba en Pinar del Río, enviaron tras él un numeroso contingente pero su columna, casi toda de caballería, lo aventajaba en cuatro jornadas.

     La marcha de la columna invasora en tierra pinareña no dejó de ser impetuosa; el 10 entró en el pueblo de San Diego de Núñez donde se le unió el primer grupo de vueltabajeros liderados por Pedro Delgado, en rebeldía desde hacía dos años, y el 11 entraba en Bahía Honda tomado ya por el escuadrón de Pedro Socarás, sublevado desde hacía  cierto tiempo. Ese mismo día se incorporó a la columna comandada por Maceo el destacamento del coronel Bermúdez y otro grupo de cuarenta y ocho patriotas pinareños de San Juan, San Luís, Sábalo y Pinar del Río.

     En Mantua, el curso que estaban tomando los acontecimientos bélicos dentro de la provincia, provocó la estampida hacia el fortificado pueblo de los Arroyos, trece kilómetros y medio más al norte, junto al litoral, de muchos españoles, voluntarios e integristas, temerosos de represalias por parte de los libertadores, aún cuando la columna invasora debía cabalgar hasta allí unos doscientos kilómetros.

     Ante la situación creada, el alcalde José Fors y Perdomo, tomó la insólita decisión de reunir al cabildo mantuano el 11 de enero de 1896, con la participación de sólo dos de sus miembros, pues el resto había huido, o no se presentó a la sesión convocada por él  y suscribir un documento  de importancia relevante, el Acta por la Proximidad de la Invasión, en los términos siguientes:

“En el pueblo de Mantua a los once días del mes de Enero de mil ochocientos noventa y seis, reunidos en la Casa Capitular bajo la presidencia del señor Alcalde Municipal, Don José Fors y Perdomo, el sindico del ayuntamiento, Don Carlos Fernández Arango, única persona que en el pueblo existe de los que forman parte de la Corporación Municipal; con el fin de celebrar sección extraordinaria relacionada con los asuntos del día, que son la proximidad de fuerzas a este pueblo por hallarse en la provincia y, después de aprobar el acta de la sección anterior han acordado:

PRIMERO: Quedarse constituido en sección permanente para atender a todas las necesidades de la localidad en cuanto puedan ser remediadas con los escasos fondos con que cuenta el municipio.

SEGUNDO: Emplear todos los medios persuasivos para inspirar confianza al vecindario.

TERCERO: No censurar bajo ningún concepto la conducta observada por los voluntarios de caballería e infantería de este pueblo, en primer lugar, porque con su retirada salvan la población, si entra el enemigo que no encuentre resistencia y sí bandera de parlamento; en segundo porque han puesto en salvamento las armas en el cañonero español “Flecha” y en tercero, porque no tienen municiones, tanto la infantería como la caballería; a pesar de haberlas pedido a Pinar del Río y al mismo excelentísimo señor Capitán General de esta Isla, hallándose la caballería en su mayor parte sin armamento.

CUARTO: Socorrer todo lo que sea posible a los voluntarios que lo soliciten para que regresen a su domicilio.

QUINTO: Con la poca fuerza con que se cuenta, compuesta de dos guardias municipales, cortar desordenes en los cafés y casas publicas, disolver los carrillos,  y con vecinos custodiar las propiedades de los vecinos que han emigrado para que los rateros no aprovechen esa oportunidad.

SEXTO: Poner al frente del telégrafo un individuo que comunique y transmita los partes que sean necesarios.

SÉPTIMO: Sostener durante toda la noche, encendido el alumbrado publico y el de la estación telefónica.

OCTAVO: Ver el medio posible de intentar tener comunicación con la capital de la provincia y pueblos inmediatos a la misma.

Con lo que termino el acta que para constancia firman todos los concurrentes ante mí.

José Fors Pedro Sánchez C. Fernández (1) ».

     Aquel acto puede parecer fruto de una decisión prematura, tomada con precipitación; el reflejo de una mezcla de pánico, inquietud, inseguridad, incapacidad de las autoridades civiles del territorio para enfrentarse a un acontecimiento grandioso inminente que – por el hecho mismo de haberse redactado el documento- parecía inevitable, pero además revelador de algo rayano en lo inconcebible: cuando apenas la columna invasora abandonaba  la rendida Bahía Honda en el extremo norte oriental de la provincia, en Mantua, doscientos kilómetros más al oeste se daba ya por sentado la victoria de las armas insurrectas. ¿Premonición  del alcalde Fors y Perdomo? Parece que sí, porque el texto del acta por la cercanía de la Invasión vaticinaba lo que en realidad sucedió once días después.

     A la distancia de más de cien años a un historiador le llama poderosamente la atención, le asombra, este hecho verdaderamente insólito y es que cualquier persona que viviera en Cuba entonces – de conocerlo-  podía  preguntarse en su sano juicio. ¿A cuántas guarniciones y fuerzas españolas bien preparadas y pertrechadas tendría que enfrentar y derrotar  Maceo  a partir del 11 de enero para llegar a Mantua? ¿Cuántos pueblos tendría que tomar antes de tocar a las puertas del más occidental, del último en el camino Real de Vueltabajo?

     ¿Acaso Fors y Perdomo no se hizo las mismas interrogantes antes de dar aquel paso tan singular?

     Tal vez si, tal vez no, aunque esto último parece improbable; lo cierto es que José Fors y Perdomo a través de un refinado « olfato político » percibió que al valeroso guerrero oriental curtido en mil batallas, se le iba a ofrecer escasa o ninguna resistencia a su paso por la provincia en pos de su meta y él, hijo de español y cubana, nacido en la bella comarca de Mantua ahora bajo su certera dirección y tutela, en un arranque de patriotismo decidió, con once días  de antelación y bajo disposición oficial, sin ser intimidado por nadie, recibir al Titán de Bronce y su hueste invasora.

     El periodista Luís Sixto, quien analizó y plasmó por primera vez de forma escrita su parecer sobre el Acta al cumplirse cien años exactos de aquellos memorables acontecimientos, opinaba:

     « Aún los tiros se oían lejos. Muy lejos. Y el ayuntamiento tomó con prisa, que pudiera parecer prematura, un acuerdo extraordinario que, en el lenguaje actual, declaraba a Mantua ciudad abierta. ¿Qué influía en los mantuanos…? ¿Acaso la ansiedad por la independencia, por desprenderse del ceceo mandón de la intolerancia inspirada al Cabildo, justificándola, la no resistencia a los todavía lejanos caballeros haraposos de Oriente? ¿O miedo? ¿O la incapacidad para oponerse a aquel mulato a quien la propaganda integrista caricaturizaba como mambí implacable y a quien los hechos, en contraste, definían como un general inevitable y victorioso?

    « … Miedo e incapacidad existían. Pero, evidentemente, esos móviles pertenecían a los españoles y españolizantes más jerárquicamente caracterizados. Porque antes del 11 de enero, junto con los Voluntarios de la guarnición, se trasladaron hacia el que creían puerto seguro de Arroyos…

     « El pueblo, sin embargo, no quedó desierto. Y de cuantos vecinos permanecieron allí es justo suponer que no izaban el trapo de la hostilidad contra la Revolución. Por el contrario, respiraba en muchos el fervor patriótico…

    « Al cabo de cien años, el acuerdo del Ayuntamiento de Mantua hinca de inquietud de cuanto se topan con él en el libro de actas […]. Fue en apariencias una decisión rara, al menos en uno de sus acápites. Y  mucho más rara parece hoy la reunión edilicia. Porque sólo participaron don Carlos Fernández Arango, síndico del ayuntamiento  y ‘única persona que existe en el pueblo de los que forman parte de la corporación municipal’, especifica el acta, y el alcalde José Fors. Y para dar fe, el secretario Pedro Sánchez. ¿Sólo dos funcionarios municipales tendrían poder para legislar sobre asuntos de tanto peso? Era, en verdad, una reunión de emergencia. Se hacía urgente poner gobierno y orden en una localidad abandonada por casi todas las autoridades civiles y militares. Mas, ¿será ese todo el sentido subliminar del documento?

     « El documento que los mantuanos conocen hoy como Acta por  la cercanía, aunque el General Antonio cabalgara aún    a  200 kilómetros de la meta final de la invasión, revela toda su naturaleza a partir del 22 de enero de 1896. Ante el recibimiento tributado ese día a Maceo y al Ejército Invasor, se empieza a presumir claramente que Mantua tuvo desde antes conciencia de ser la última tierra, la estación Terminal de la Invasión y que ese accidente de ubicación geográfica impondría el ejercicio de un papel histórico que nunca nadie podría olvidar. Lo asumió y se preparó para escenificarlo. Y el 11 de enero el Ayuntamiento mantuano, a pesar de las esquivas del lenguaje con que, por cautela, se expresó, adoptó su primer acuerdo revolucionario: Mantua se entregaría sin resistencia a la Revolución”. (2)

   El 13 de enero de 1896, dos días después de que Fors y Perdomo suscribiera en el ayuntamiento mantuano el acta por la proximidad de la invasión, se sublevó en el pueblo el Cayuco Manuel Lazo, patriota insigne que conspiraba de antaño en los Remates de Guane. Lazo se dedicó de inmediato a reunir hombres,  armas y caballos y el día 15 hizo acto de presencia en el poblado de las Martinas donde constituyó su partida, Por otra parte, su compatriota José Ibarra con treinta hombres tomó por el camino de la Catalina el día 16 con el fin de reclutar hombres y acopiar más armas y caballos, en tanto Lazo marchaba a Guane donde convergiría con el grupo de Ibarra. A las nueve de la noche, ambas partidas se encontraron con las fuerzas del comandante Antonio Varona que constituía la avanzada de la Invasión.

     El 19 de enero, la partida de Lazo, ya con apariencia militar y denominada Primer Regimiento Mambí de Vueltabajo, siguiendo órdenes de Varona se dirigió hacia Mantua, acampando a mitad de jornada en la sabana de Montezuelo. El 20 de enero  el contingente de Manuel Lazo llegó al pueblo de Mantua  donde fue recibido por el alcalde José Fors y Perdomo y las autoridades civiles que quedaron en la villa; allí constató que españoles e integristas habían huido hacia el puerto de los Arroyos. Fors y sus correligionarios acordaron con el jefe mambí recibir a Maceo con los honores que se merecía. El día 21, Lazo con su Primer Regimiento de Vueltabajo regresó a Guane acampando esta vez en Juan Gómez. Después de comunicar los resultados de su visita a Mantua, se incorporó a la columna invasora como parte integral de esa fuerza.

NOTAS

  • Libro de Actas del Ayuntamiento de Mantua 1893-1896.
  • Bohemia, enero 19 1996. Año 88. No. 2 pp. 5, 6 y 7

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.