Fundamentos pedagógicos del desarrollo intelectual.

El papel que desempeña la cultura en el proceso de humanización de la especie humana, es determinante, tanto como su socialización e individualización. Así, en la medida en que el sujeto se convierte en miembro de la especie humana, se configura como miembro de una sociedad histórico-concreta y como personalidad individual, única e irrepetible.

Los seres humanos cuando nacen, son las criaturas más indeterminadas e inconclusas de la naturaleza. No llegan al mundo, como las demás especies, con un conjunto de comportamientos prefijados hereditariamente en un código genético, lo que son y lo que serán en un futuro, se configura día a día, ya que dependen, para sobrevivencia y desarrollo, de lo que aprenden, más que de lo que heredan. Al respecto el psicólogo ruso  A. Leontiev planteó:

“Cada hombre aprende a serlo. Para vivir en sociedad, no le es suficiente con lo que la naturaleza le da al nacer. Él debe dominar, además, lo que ha sido logrado en el desarrollo histórico de la sociedad humana”.(33: 4)

De este modo, la existencia misma del hombre como ser social,  dotado de una psiquis humana, da lugar a una inteligencia que difiere en lo fundamental de cualquier otra especie, porque tiene un origen y una mediatización social e histórica.

Es a través de la educación, entendida en su más amplia acepción, como la transmisión de la cultura de una a otra generación, que el sujeto entra en contacto con la experiencia de la sociedad y se la apropia y en esta apropiación se produce el desarrollo, que alcanza de igual forma a la inteligencia y que al mismo tiempo ella impulsa. Precisamente, el proceso de apropiación constituye la forma exclusivamente humana de aprendizaje y, por tanto, de desarrollo intelectual y de la personalidad en general.

Cada sujeto va haciendo suyo la cultura, a partir de procesos de aprendizaje que le permiten el dominio progresivo de los objetos y sus usos, así como de los modos de actuar, de pensar y de sentir, e incluso, de las formas de aprender vigentes en cada contexto histórico; de este modo, los aprendizajes que realiza constituyen el basamento indispensable para que se produzca un proceso de desarrollo intelectual. Simultáneamente, los niveles de desarrollo alcanzados abren caminos seguros a niveles intelectuales superiores y a los nuevos aprendizajes.

En esta concepción, el entorno social no es una simple condición que favorece u obstaculiza el aprendizaje y el desarrollo intelectual, es una parte intrínseca del propio proceso y define su esencia misma, a partir de la ley general de la formación y desarrollo de la psiquis humana, formulada por  L. Vigotsky:

“En el desarrollo cultural del niño toda función aparece dos veces: primero, entre personas (de manera interpsicológica), y después, en el interior del propio niño (de manera intrapsicológica) “(…) Todas las funciones psicológicas superiores se originan como relaciones entre los seres humanos”. (235: 94)

Según esta ley de la doble formación, que constituye el fundamento básico de la Escuela Histórico-Cultural, el desarrollo humano sigue una pauta que va de lo externo, social e intersubjetivo, hacia lo interno, individual e intrasubjetivo, y es en el proceso de internalización en el que la inteligencia juega un rol fundamental.

Consecuentemente, el desarrollo es fruto de la interacción social con otras personas, que representan los agentes mediadores entre el individuo y la cultura. Tales interacciones, que tienen un carácter educativo implícito o explícito, se producen en diferentes contextos específicos no formales, incidentales y formales, como son por ejemplo, la familia, los grupos sociales en general, los grupos de pares en particular y la escuela, entre otros.

Atendiendo a los aspectos que se han examinado, es importante establecer algunas conclusiones esenciales acerca de la relación dialéctica existente entre enseñanza, aprendizaje y  desarrollo intelectual:

Enseñanza, aprendizaje y desarrollo intelectual son procesos que poseen singularidad propia, pero que se integran en la vida humana, y conforman una unidad dialéctica.

La enseñanza constituye un sistema complejo históricamente determinado que dirige y facilita el aprendizaje, que a su vez, representa el mecanismo a través del cual el sujeto se apropia de los contenidos y las formas de la cultura que son transmitidas en la interacción con otras personas, lo que da como resultado el desarrollo intelectual y de la personalidad en general, al mismo tiempo, los niveles de desarrollo alcanzados propician elevar los niveles de exigencias de la enseñanza y el aprendizaje y, por tanto, la ampliación de los niveles intelectuales.

El papel de la enseñanza es condicionar y dirigir el aprendizaje y ambos propiciar y conducir el desarrollo, a partir de la adquisición de aprendizajes específicos por parte de los escolares, pero el aprendizaje promueve el desarrollo, solo cuando es capaz de conducir a los sujetos más allá de los niveles intelectuales alcanzados en un momento determinado de su vida y propicia la realización de aprendizajes que superen las metas ya logradas.

Se entiende entonces que una enseñanza y un aprendizaje desarrollador del intelecto  es aquel que conduce al desarrollo, que va delante del mismo  guiando, orientando, estimulando, que tiene en cuenta el desarrollo intelectual actual para ampliar continuamente los límites de la Zona Desarrollo Próximo, y por lo tanto, los progresivos niveles de desarrollo del sujeto. Los aprendizajes desarrolladores promueven y potencian la inteligencia y la impulsan a niveles superiores de desarrollo.

El desarrollo de la personalidad del escolar se concibe mediante la actividad y la comunicación en sus relaciones interpersonales y se constituyen ambos (actividad y comunicación) en los agentes mediadores entre el escolar y la experiencia sociocultural a asimilar en su proceso de aprendizaje y por ende, de la formación de la personalidad.

Se considera, en general, que el desarrollo de los organismos y personas es un proceso en extremo abierto y por ello queda fuera de las posibilidades científicas predecir con precisión las características futuras de cualquier sujeto, a partir del simple conocimiento de sus características presentes, sin poder especificar cuáles serán sus encuentros futuros con su ambiente, ya que los procesos centrales que están en la base de la inteligencia se desarrollan en función de la interacción del sujeto con su ambiente material y social en condiciones históricos-concretas.

De aquí se infiere la extrema importancia que tiene para el desarrollo intelectual, el modo en que se organizan y modelan los encuentros durante el desarrollo del sujeto con su ambiente. Estos tienen dos aspectos fundamentales: la forma en que se organiza la actividad del niño y el sistema de comunicación por medio del cual se realiza y las relaciones que establece con los adultos y coetáneos; es decir, que en este sentido cobra especial significación la dirección de una enseñanza desarrolladora, teniendo en cuenta el establecimiento de una estrecha relación aprendizaje-desarrollo intelectual.

En dicha concepción se plantea una interpretación dinámica del desarrollo intelectual que conduce a la comprensión de las relaciones con el aprendizaje, no como términos que se identifican, sino, como una conexión bidireccional que refleja tanto el papel de los procesos básicos en el aprendizaje, como el papel de este en el funcionamiento de dichos procesos cognitivos. 

Aprendizaje     <—————>    Desarrollo Intelectual

Sé consideran este desarrollo en relación con entornos del mundo real, relevantes en la vida cotidiana; en esta dirección es posible referirse a la «Teoría triárquica de la Inteligencia» propuesta por R. Sternberg (1985), en la que se reconoce la influencia del contexto sociocultural sobre la inteligencia del hombre, y relaciona la inteligencia con el mundo externo y con su mundo interno.

En relación con el primer aspecto: el mundo externo, su concepción expresada sintéticamente, es que la formación de acciones mentales es un proceso decisivo en el desarrollo mental infantil, que solo surge bajo la influencia de la enseñanza que dirige la actividad del niño de manera organizada.

Este proceso tiene lugar en relación con los objetos y fenómenos del mundo que lo rodea, en los cuales están reflejadas las realizaciones de la humanidad, por tanto, la interacción del hombre con el contenido sociocultural juega un papel irremplazable en la configuración de la personalidad.

Sin embargo, tal actividad no puede ser desarrollada solo por el propio niño; estas consideraciones llevan a un aspecto de gran importancia en el trabajo del docente y es el relacionado con el conocimiento que debe tener de lo que el niño puede hacer con la ayuda de él o de otros niños, es decir, en una actividad social de interrelación, y lo que el niño ya asimiló y puede realizar solo, de forma independiente, porque ya constituye un logro en su desarrollo, en este sentido se puede ejemplificar con la adquisición de un concepto, una habilidad, un valor, una norma o un determinado nivel de desarrollo de sus procesos psíquicos, entre otros.

Al nivel de trabajo con ayuda, se le ha llamado nivel de desarrollo potencial, este evidencia las potencialidades del niño para aprender y al otro nivel señalado, es decir, cuando es capaz de trabajar por sí solo nivel de desarrollo real, lo ya logrado por el escolar. A la distancia entre estos dos niveles evolutivos de desarrollo Vigotski  lo denominó “Zona de Desarrollo Próximo o Potencial” (ZDP) y constituyó un genial aporte a la Psicología Cognitiva de este investigador,  que hoy es utilizado no solo por los seguidores de la Escuela Histórico-Cultural, sino, por otras corrientes o tendencias de aprendizaje, ya que estos conceptos son operativos cuando se tratan aspectos referidos a la dirección del aprendizaje.

Esta “ZDP”  debe ser desarrollada en la interacción con el adulto y los coetáneos, en la actividad combinada con ellos; en este proceso es de importancia capital tenerlo en cuenta, pues permitirá que lo que es potencial en un momento se convierta, con una acción pedagógica desarrolladora en interacción con otros niños, en desarrollo real del escolar.

Lo anterior significa que al concebir sus clases el maestro tenga en cuenta, por una parte el desarrollo alcanzado por el niño y por otra, que precise hacia dónde debe lograr un nivel superior de desarrollo, es decir, los objetivos que expresan el nivel de logros  que deben alcanzar sus escolares. Con esta concepción de enseñanza no solo estará proyectando su aprendizaje en el presente, sino también en el futuro.

La ZDP, revela además, que trabajar con las potencialidades significa propiciar condiciones que permitan organizar la actividad de manera que el escolar opere, en primer lugar, en un plano externo, de comunicación, de relación con los otros, en el cual las acciones que realice le permitan gradualmente interiorizarlas y poder entonces trabajar en un plano independiente de logro individual, lo que evidencia que el escolar ha adquirido mediante la vía anterior el procedimiento.

Para P. Galperin, quien se dedicó con especial atención a la investigación de las acciones mentales, la enseñanza y la actividad dirigidas son especialmente importantes para el desarrollo intelectual, y en este sentido se refería al hecho de que en la actualidad solo la organización de la formación por etapas de las acciones intelectuales, da la posibilidad de estudiar el desarrollo intelectual en su dinámica, el funcionamiento de sus fuerzas motrices y de los mecanismos que se forman.

Es posible, a partir de estas concepciones citadas, comprender el papel que desempeña la actividad y su forma de organización en la estimulación del desarrollo intelectual; pero la relación inteligencia-actividad no se refiere solo a esto, pues de hecho la primera, imprime su sello a la segunda y la enriquece cualitativamente.

Al abordar la influencia de la actividad en el desarrollo intelectual es necesario referirse a otro proceso que se manifiesta y que influye incuestionablemente: La comunicación, la forma en que cada sujeto se inserta en el sistema de relaciones sociales que lo rodea, de cómo se da la comprensión entre los hombres en su actividad conjunta, cómo llegan a entenderse en todas las esferas y grupos sociales en los que participan durante su vida, en relación con este proceso, diversos autores destacan elementos comunes, tales como:

  • La comunicación representa una forma de interacción humana.
  • El carácter activo de las partes que participan en la comunicación.
  • Carácter plurimotivado.
  • La comunicación no puede concebirse al margen de la actividad que realizan los que se comunican, ya que las especificidades de la comunicación están permeadas, entre otros factores (como la edad, la personalidad, entre otras), por las particularidades de la actividad en que los sujetos participan.
  • La comunicación está condicionada por el lugar que ocupa el hombre dentro del sistema de relaciones sociales. Las personas piensan, sienten y actúan en función de su modo de vida, y así se comunican.
  • Las funciones informativa, afectiva y reguladora de la comunicación en el sistema de relaciones humanas que se establecen en la actividad de aprendizaje.

En este proceso se conforman las potencialidades sistémicas y conscientes de regulación psicológica que se expresan en la personalidad, las cuales, al parecer, le permiten al sujeto fijar e individualizar un sistema de información personal, comprometido emocionalmente, que expresa su continuidad histórica en las reiteradas interacciones que el sujeto establece con el medio.

La estimulación del desarrollo intelectual a través del proceso de enseñanza-aprendizaje tiene posibilidades reales de realizarse a partir de la convicción de cada docente de que este es una vía efectiva para el trabajo con los escolares y está a tono con las exigencias del nuevo modelo pedagógico de la escuela cubana.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.