Tomado de TelePinar
Al parecer, al Primer Ministro canadiense, Justin Trudeau, le suenan grillos en los oídos. Con la decisión de retirar una parte de su personal diplomático en La Habana, Trudeau establece un antes y un después en la tradicional política de su país hacia la isla. Dicen por ahí que su empática relación con el rubio loco del peinado raro, quien, en cierta ocasión no muy lejana le llamara, “deshonesto y débil”, le está resultando de pésima influencia.
Pierre Trudeau- el padre de Justin- fue un amigo de los cubanos, admirador de la Revolución y de su líder, Fidel Castro, a quien, en escenarios internacionales llamó, amigo. Pero el muchacho, al parecer, sucumbió a los “encantos” de Trump, a partir de visiones comunes, fáciles de percibir desde sus últimos movimientos en foreign policy, hasta el apretón de manos entre ambos, acontecimiento que no pasó por alto la prensa sensacionalista- y no la culpo- si se tiene en cuenta que el norteamericano emplea formas muy particulares de saludar, tratándose de amigos, enemigos o lobos de la misma camada.
Un detalle que no escapa a la atención es la hipersensibilidad desarrollada por los norteños al canto de los grillos nativos de este archipiélago. Según reportes de Euronews, “los supuestos ataques sonoros contra la Embajada de Estados Unidos en La Habana coinciden con el ruido que emite el Anurogryllus celerinictus, un grillo autóctono conocido como “grillo de cola corta de las Indias”.
Pero conviene la teoría de la conspiración para justificar el endurecimiento de sanciones contra la isla rebelde, aunque expertos cubanos y estadounidenses descarten -por absurdo- el guión cinematográfico de una obra que bien pudieron escribir Ray Bradbury o Stanislav Lem. La historia de las armas sónicas es simplemente más jugosa.
Las posiciones asumidas por el señor Trudeau no deben constituir sorpresa alguna si consideramos su apoyo al autoproclamado, Guaidó. Se le olvidó al muchachón de ojos claros los hechos de aquella tarde del 2017 en México, cuando pronunció en español las palabras de Benito Juárez, Benemérito de las Américas: “Tenemos que inspirarnos- dijo- en esas elocuentes palabras que se encuentran detrás de mí hoy: entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
¿A qué derecho se refería? Sinceramente, no lo sabemos.
Esta decisión del Primer Ministro canadiense no lacera el compromiso para mantener las mejores relaciones con un país bien amado por los de aquí y el que, históricamente, ha mantenido una política exterior fuerte, independiente y coherente con la mayor de las Antillas. Son los tiempos y los hombres, diría alguien; los pueblos nada tienen que ver.
RPNS: 2199 ISSN: 2072-2222