Introspectiva de la Literatura de Horror y lo Sobrenatural

La literatura de lo sobrenatural, misterio y horror es considerada hija menor de la novelística romántica inglesa. Para su estudio, se toma como punto de partida El castillo de Otranto, novela escrita en 1764 por Horace Wapole y Vathek (1781) de William Beckford. Es, por tanto, literatura no realista vinculada a lo raro, lo extravagante, lo perturbador; desciende de las antiguas historias de magia negra y provoca una cadena de emociones particulares en el lector: sensación de miedo, incertidumbre, pavor.

     La primera prueba del verdadero miedo  __plasmó H. P. Lovecraft en Supranatural Horror in Literature__ es esta: se quiera o no, tiene que haberse excitado  un profundo sentido del miedo en el lector y de contacto con  las esferas y poderes desconocidos (1) y más adelante hace alusión a la importancia de crear una atmósfera que propicie un criterio final de autenticidad acorde a la sensación provocada, cuya naturaleza, según Sigmund Freud en su ensayo Lo misterioso (1919) es aquella cosa aterrorizante que llevamos detrás durante largo tiempo y una vez nos ha resultado familiar (2).

     El propio Lovecraft reconoce en el ensayo antes citado:

     El recurso de lo espectralmente macabro es generalmente estrecho porque demanda cierto grado de imaginación en el lector y una gran capacidad para apartarse de la vida cotidiana. Relativamente pocos son lo suficientemente libres para responder al hechizo de la rutina diaria (3).

     Y Dashiell Hammet en Deslices en la noche, puntualizó:

     Para degustar el sabor completo de estas historias, tienes que traerlas a una mente ordenada; debes tener cierta confianza razonable, si no en lo que se llama leyes de la naturaleza, al menos en los hábitos sospechosos de ésta. Para el verdaderamente supersticioso, “lo raro” tiene solo significado escocés: algo que realmente tiene lugar (4).

     En la narrativa de horror y misterio, la problemática subyace en que las fuerzas sobrenaturales del mal intentan gobernar el mundo o llegan a lograrlo durante algún tiempo; su ruptura con el entorno social se manifiesta cuando es explotado el terror como argumento y la muerte constituye su máximo exponente.

     Al igual que en la literatura fantástica, las fuerzas sobrenaturales del mal están vinculadas al mundo real, asechando siempre al hombre para robarle la felicidad; esa imbricación resulta imposible deshacerla, pues sin lo sobrenatural –exponente genuino de lo fantástico- el terror se debilita y, por ende, el argumento.

     Sobre esos fundamentos se desarrolló el género a través  de la obra de sus cultores más sobresalientes, los británicos Ann Radcliffe (1764-1822), C. R. Maturin (1752-1824) y M. G. Lewis (1775-1818); el norteamericano Edgar Allan Poe (1809-1849), quien con su ética del estilo logra matizar la faz lóbrega, perturbadora del mundo y  Mary Shelley (1797-1851), la inglesa que en 1818 aproximó magistralmente la ciencia a lo morboso, en su extraordinario Frankestein.

     A finales del siglo XIX e inicios de la siguiente centuria, tomaron el relevo Arthur Manchen, Algernon Blackwood y Lord Dunsany para formar en Inglaterra una nueva escuela con características muy peculiares. Sus obras, escritas entre 1907 y 1918, influyeron notablemente en la siguiente generación de escritores ingleses del género y, más aún, en la de norteamericanos.

     A principio del siglo XX, la literatura norteamericana de misterio y horror se movía bajo los postulados de Poe y Nathaniel Hawthorne; pero hacia 1917, un grupo de escritores adeptos al género comienza a mostrar nuevas inquietudes a través de las revistas baratas pulp que, desde entonces y a lo largo de las décadas de 1920-30, proliferan por todo el país. Entre ellos, descuella la figura de Howard Phillips Lovecraft, nacido a las nueve de la mañana del 20 de agosto de 1890 en el hogar de sus padres, sito en el No. 194 (hoy 454) de Angell Street, en Providence Rhode Island, el mismísimo corazón de la tradicionalista Nueva Inglaterra. Fuertemente influenciado por Poe, Hawthorne, Arthur Manchen y Lord Dunsany, reconoce en este último a su verdadero maestro, sin dejar de considerar a Poe su guía precursor.

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