
El Primer Combate de la Guerra Grande
Carlos Manuel de Céspedes había fechado su manifiesto “Manzanillo 10 de octubre de 1868”, por ser esa villa la escogida por los jefes de la insurrección en la reunión de El Rosario como primer objetivo de las armas libertadoras; una vez tomada manzanillo, se daría a conocer allí el manifiesto. Aunque el alzamiento insurreccional se había adelantado por razones ajenas a la voluntad de los conspiradores orientales, Céspedes decidió continuar ajustándose a los planes acordados en El Rosario, en la medida que los acontecimientos lo permitieran.
Pero a Manzanillo habían llegado noticias de lo que acontecía en La Demajagua. En la mañana del día 9, una partida de hombres encabezada por los hermanos Bartolomé, Isaías y Rafael Masó, durante la marcha desde Yaribacoa hasta el ingenio de Céspedes, interceptó el correo de Bayamo, apoderándose de la valija con la correspondencia por si en ella venía algún telegrama de la capitanía general relacionado con el anterior. Rafael Figueredo, encargado de conducir el correo, logró escapar mientras los patriotas se entretenían revisando la valija y una vez en Manzanillo contó al teniente gobernador Francisco Fernández de la reguera lo ocurrido, previniéndole que aquellos hombres iban camino a La Demajagua. Poco después, Fernández de la Reguera recibió un informe sobre la misteriosa “desaparición” de Francisco Vicente Aguilera, uno de los principales complotados, y del traslado previo de su familia hacia Bayamo. Ahondando en la pesquisa, el teniente gobernador supo que Manzanillo era el primer objetivo de los insurrectos y que la villa iba a ser entregada por un oficial de su guarnición.
Los soplones no dejaban de tener razón. El teniente Pedro Nurio Gonzalo Hernández, jefe del destacamento de la infantería española y el comisario de policía Germán González Peña, ambos miembros de la logia masónica Buena Fe desde su fundación, se habían comprometido con sus hermanos masones –los principales jefes de la conspiración- a facilitar la entrada de los sublevados en la villa. Hernández llegó a cambiar la contraseña de los centinelas apostados en la entrada de la ciudad el mismo día 10, pero tanto él como González Peña se hicieron sospechosos por pertenecer a la logia Buena Fe, sede de la conspiración, y fueron sustituidos de sus cargos no bien circularon los rumores sobre el alzamiento y se conocieron los nombres de los cabecillas.
El 10 de octubre Manzanillos amaneció en pie de guerra. El teniente gobernador había ordenado repartir armas a los españoles y redoblar las guardias en espera del ataque insurrecto.
Cuando Céspedes, que aguardaba el aviso de sus colaboradores manzanilleros conoció al fin la situación real creada en la villa por boca de su esclavo Eustaquio, desistió de la idea de atacar la villa al no poder contar con el factor sorpresa. Entonces decidió permanecer en el ingenio. El resto del día los hombres e mantuvieron alistando sus rudimentarias armas y preparando cartuchos para las pocas escopetas con que contaban.
A la una de la madrugada del día 11 partió la columna de hombres armados con unas 37 escopetas y revólveres, machetes de trabajo y lanzas hechas con cujes de yaya en cuyos extremos se ataban hojas de machetes que entregó el mayoral. En el ingenio San Francisco se hizo alto para recoger cuatro mil cartuchos y unos cuantos machetes que entregó el mayoral; después, se inició la marcha nuevamente hasta la hacienda de crianza Palmas Altas. Allí almorzaron y a las dos de la tarde se encaminaron hacia el pueblito de Yara, de unos quinientos o seiscientos habitantes, a cuyas inmediaciones a la puesta del sol.
Céspedes envió al primer corneta del Ejército Libertador a parlamentar con el capitán pedáneo Tomás Riera. La máxima autoridad colonial en el pueblo, le confió su propósito de rendir la guarnición, ya que no contaba con hombres suficientes y medios para resistir.
Los libertadores, cansados y empapados por la lluvia caída durante la larga marcha se dispusieron a atravesar los umbrales del caserío, pero al penetrar en la plaza central fueron recibidos por una fuerte descarga de fusilería. Sorprendidos, los patriotas ripostaron, disparando sobre el enemigo guiados en la semioscuridad por los fogonazos de sus armas.
¿Qué había sucedido? ¿Había sido un ardid del capitán pedáneo? Nadie lo sabía.
Después pudo conocerse que mientras el parlamentario regresaba a sus filas trayendo la noticia de la rendición de la villa, una columna española compuesta por 125 hombres, procedente de Bayamo, penetró en Yara para pernoctar y, al día siguiente, partir a reforzar a Manzanillo, a petición del teniente gobernador de esa villa, quien le había avisado al jefe militar de Bayamo sobre la insurrección en su comarca. Al llegar a Yara y enterarse de lo que acababa de acontecer allí, el teniente coronel Villares, jefe de la columna, parapetó a sus hombres convenientemente en las edificaciones que rodeaban la plaza y estos abrieron fuego no bien los libertadores hicieron su aparición. Los patriotas, al percatarse de la imposibilidad de continuar combatiendo con solo algunos revólveres, pues las escopetas estaban tan mojadas que no accionaban sus mecanismos de disparo, decidieron retirarse. En aquel encuentro cayó el primer libertador cubano, Fernando de la Guardia Céspedes y un soldado español.
En medio de la confusión reinante en el momento de la retirada, uno de los pocos hombres que quedó junto a Céspedes exclamó apesadumbrado.
___ ¡Todo se ha perdido! (1)
El Padre de la Patria se irguió sobre los estribos de la montura de su corcel, pasó la vista sobre quienes lo rodeaban y sentenció:
___ Aun quedamos doce hombres: ¡bastan para hacer la independencia de Cuba! (2)
Durante la marcha después de la retirada de Yara, se fueron sumando al contingente de Céspedes los grupos que se habían dispersado durante el combate en Yara y 300 hombres de las partidas de Luis Marcano y Jaime Santiesteban. Ambos después de sublevarse en Jibacoa, marcharon sobre el pueblo El Zarzal y al oír los disparos provenientes de Yara se encaminaron hacia allí, encontrándose con Céspedes y su tropa en la sabana de Cabaiguán. Luego, prosiguieron juntos hasta la hacienda de crianza Calambrosio donde levantaron un campamento para pasar la noche. Durante toda la madrugada del día 12 continuaron incorporándose los distintos grupos sublevados en toda la comarca de Manzanillo.
En la capital de la colonia, La Gaceta Oficial de la Habana difundió la noticia el 13 de octubre en un comunicado de la capitanía general, a todas luces impreciso, tendencioso, pragmático y lo bastante conservador como para evitar el pánico entre los españoles y la clase alta criolla, simpatizante de la Corona y el régimen esclavista impuesto en la isla, sobresaltados ya por los acontecimientos que desde septiembre venían suscitándose en la metrópoli, con el vertiginoso triunfo del movimiento republicano iniciado por la armada en Cádiz que terminó con la deposición y destierro de los Borbones.
“Según telegramas oficiales ___decía La Gaceta en su Sección 5.a___, en Yara, jurisdicción de Manzanillo, se levantó el día diez una partida de paisanos, sin que hasta ahora se sepa el cabecilla que la manda, ni el objeto que les conduce.
“Supónense unidos á ella los bandoleros perseguidos en otras jurisdicciones y su importancia debe ser escasa, cuando en el mismo pueblo de Yara, tuvo un encuentro antes de ayer con una pequeña columna de soldados que salió de Bayamo en su persecución y huyeron á los pocos tiros que se cruzaron.
“De Cuba (3) y de otros puntos de la Isla concurren fuerzas considerables del ejército, y para exterminar en breve tiempo la gavilla levantada, ya para que las jurisdicciones inmediatas no secunden el ejemplo de este escándalo, tanto más criminal, cuanto que coincide con momentos en que el interés primero de la Isla es la conservación del orden, para no comprometer objetos de inmensa ¨importancia social¨, eufemismo que equivalía a decir, para tranquilidad de los poseedores de negros, que no había de resolverse entonces la grave cuestión de la abolición de la esclavitud.
“Sobre los criminales que sean cogidos y según bando publicado están ya incursos en la jurisdicción militar, caerá pronto inexorable el peso de la justicia. En el resto de la Isla hay perfecta tranquilidad.
Habana 13 de octubre de 1868
___ El coronel Jefe de E. M. interino, José de Chessa” (4).
En los Estados Unidos, el pueblo de esa nación supo de aquel magno acontecimiento, el inicio de la lucha por la independencia de Cuba, de forma breve y distorsionada por completo tres días después de que aconteciera. El muy leído e influyente periódico The New York Times, basándose en fuentes coloniales cubanas –presumiblemente el periódico oficial La Gaceta de la Habana-, insertó sobre el particular:
CUBA
Terminados Actos de Desorden___Comunicación al Pueblo.
LA HABANA, martes 13 de octubre
Una pequeña partida se organizó en Manzanillo y otra en Bayamo. Consistían principalmente en personas de mala reputación, y su propósito era desconocido. Cincuenta soldados fueron enviados a perseguirlos y los dispersaron, capturando sus caballos y armas. Varios de los payasos huyeron sin defenderse. El Capitán General LERSUNDI envió más tropas a esa región como medida de precaución. La fuerza es suficiente para suprimir cualquier insurrección. Hoy todo está en calma, y no se manifiestan más problemas. La ciudad de La Habana y toda la isla de Cuba están completamente tranquilas. La gente respeta y obedece al general LERSUNDI. Todos aguardan por los acontecimientos en España. Todo está ahora como siempre.
El Capitán General LERSUNDI, había emitido y dirigido una comunicación al pueblo y las tropas, exhortándolos a permanecer tranquilos. Era un documento práctico, y bien recibido. (5)
De esta manera, conocieron la noticia sobre la primera acción militar de la Guerra Grande, los pueblos de Cuba y los Estados Unidos.
NOTAS
- Maestre Ángel A. Los Comienzos de la Revolución, en periódico Patria año III No. 132 New York 10 de octubre de 1894.
- Ib.
- Se refiere a Santiago de Cuba jurisdicción conocida por ese nombre.
- La Gaceta de la Habana. Periódico Oficial del Gobierno. No. 238. Martes 13 de octubre de 1868.
- New York Times, Wednesday, October 14, 1868.
RPNS: 2199 ISSN: 2072-2222