Para el nuevo año

A punto de concluir un año difícil, que puso a prueba la cultura de resistencia de la mayoría de los cubanos, es lícito, y hasta diría, necesario, pasar revista al acervo personal que por casi doce meses acumulamos, porque, después del último día de diciembre, la vida continúa.

Lo mejor sería pensar que fuimos fieles a nuestros objetivos, que fuimos buenos padres, buenos hermanos, buenos amigos y que por encima de todas las cosas fuimos buenos cubanos.

Menciono esto último porque ha sido un año en el que, sentimos con mayor  tenacidad,  la insensatez de un gobierno extranjero, empeñado en expandir el odio más profundo contra lo que representamos en cualquier parte del mundo. ¿Y saben qué? El patriota que la mayoría llevamos dentro resistió la prueba. Prevaleció.

Es tiempo también de preguntarnos si en nuestras relaciones cotidianas,  fuimos ofendidos,  herimos o hicimos sentir mal a alguien lejano o cercano. De tales experiencias podemos aprender  que  perdonar es un acto sublime y que, pedir perdón es la acción más valiente que un hombre o una mujer puede llevar a cabo, sin bajar la mirada.

Tiempo es también de pensar, si fuimos diligentes en nuestras obligaciones, si la eficiencia marcó el derrotero de nuestro camino laboral, y si fuera diferente, comenzar por reconocernos en el fiasco, porque los verdaderos hombres y mujeres, los que marcan la diferencia, siempre nacen de las cenizas del error.

Bueno sería preguntarnos si fuimos caballerosos, magnánimos, si fuimos capaces de alimentar a un animalito abandonado en las calles, de ayudar a un desconocido, donar un día de nuestras vidas a una causa, aparentemente ajena, o sencillamente derramar una lágrima por el sufrimiento o la felicidad de un tercero.

Puede que alguien piense que fantaseo, que la vida no es así, que el día a día es despiadado y que lo anterior es cosa de blandos, incapaces de ver el mundo desde el prisma más objetivo.

El acero es resistente porque es flexible, sin perder sus propiedades. Y es así, precisamente como hemos de andar por la vida en el año que está  a punto de llegar. Porque De otro modo sería perder las esperanzas, entregarnos a la idea de un futuro con rostro de lobo y, finalmente renunciar a nuestra huella. Algo inadmisible para la cultura e identidad de los que vivimos en este país.

Estamos llamados a ser felices, optimistas, resistentes y flexibles, y a no perder el calor y el toque amigo que solo podemos ofrecer los cubanos, entre nosotros, y para el que se acerque a nuestro círculo con el corazón en la mano.

Será otro año en el que las pretensiones foráneas continuarán ahí, y nosotros, soñadores y utópicos hasta la médula, continuaremos pensando y haciendo imposibles, porque, a los que vivimos acá es muy difícil arrebatarnos la esperanza.

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