El Che no dejó nada material, solo legó su ejemplo. Algunos lo consideraron un hombre áspero, sin comprender que la intransigencia no recorre los caminos del compadreo, so pena de formar, “buenas gentes”, y echar a perder a los revolucionarios.

Hubo un tiempo, idílico, quimérico, en el que, ser como el Che, fue una meta “inalcanzable”. Pero hoy es diferente, a pesar de los escenarios sumamente complejos y la liviandad maquiavélica de quienes se esfuerzan por desmontar la historia.
Con los años y sus propias enseñanzas el Che descendió de los mármoles y bronces para convertirse en el ser posible de los peludos y barbudos de hoy.
Riguroso en su conducta, jamás pidió lo que no fue capaz de hacer, incluso a contrapelo de su asma. Y es verdad que cualquiera no puede ser su émulo porque se necesita, por solo decir algo, mucho altruismo, y una creencia espartana en el mejoramiento humano para fundar ese lunar de humanidad que llevaba en el pecho.
Para algunos es tarde, y lo reconocen, porque parecérsele es ya muy complicado. Pero el intento, solo el intento, la posibilidad de asumir sus doctrinas, su visión de patria y su pasión sin fondo, son pasos en la senda que conduce a su diestra.
El Che, serénese que usted va a matar a un hombre
“Serénese, que usted va a matar un hombre”. Tantos libros que leí, de su puño y de quienes lo conocieron o imaginaron; tantas anécdotas, tantos pensamientos de boca en boca, escritos en paredes, en pancartas, en gigantografías y llegué tarde a su frase más viril, a la más redentora, a la única que vale la pena escuchar para envidiarle de por vida.
El bandido que disparó no pudo imaginar en su eterna miseria, que aquellas balas crearon la leyenda más grande del universo. Mayor que la de Gandi, Gengis Kan, El Dorado o la Atlántida con todos sus tesoros.
Cuentan que, desde el cosmos, la escuelita de la Higuera se ve mejor que la Gran Muralla China, y si no es así, debía serlo, porque allí, el día que El Che Guevara perdió la vida, víctima del odio que aún galopa sobre el mundo, enmudeció la Humanidad que había dicho basta y echado a andar.

RPNS: 2199 ISSN: 2072-2222