Por Lázaro Boza
Es por mucho el lugar más apartado de Mantua y puede que tal desventaja sea la principal causa de tanta belleza y pulcritud. Imaginen un valle entre las faldas de elevaciones cubiertas de pinos y colinas que dan paso al cercano Golfo de México, donde el verde de la hierba y las palmas empinadas al lado de las tradicionales casas de curar tabaco hacen la envidia de los mejores paisajistas.
Sus habitantes, una veintena de familias, son tímidos y reúsan hablar en cámara, pero en tal melindre radica una de las particularidades de Pinar Ciego, al noroeste del territorio más occidental de Pinar del Río. En medio de la vegetación, junto a lagunas serenas, caminos rojizos y cercas bien tensadas, hicieron los guajiros sus moradas, como sacadas de un cuadro idílico de los campos cubanos.
Lo que describo no fue pensado con algún propósito; es sencillamente el orden natural del campo, amalgama perfecta con la naturaleza, que ampara a quienes le prodigan afecto; parnaso no contaminado con la modernidad, aunque no se descartan las señales de la telefonía celular y la televisión, únicos pasatiempos de los moradores de Pinar Ciego.
No hemos de engañarnos: hay prosperidad e iniciativas. En todas las casas, a la más fina usanza guajira, el arroz, los frijoles y el maíz abarrotan las soleras, en los patios pululan las gallinas, los pavos comunes y las ocas; y en las cuidadas vegas los cerdos, caprinos y vacunos llenan el horizonte. También es usual el envase de pulpa de guayaba, que, junto al mango y la lima es la fruta más pródiga de la comarca.
Es, ya lo dije, el lugar más hermoso de Mantua, donde la esencia campesina se condensa en el mejor de los paisajes, en lo más puro de sus gentes y en el despertar de cada mañana, al amparo del silencio y de las palmas.
RPNS: 2199 ISSN: 2072-2222