El sol tiene luz y tiene manchas

El sol tiene luz y tiene manchas, podemos vivir en el reconocimiento de ambas, en oposición al alba, o en la consecuencia de su cálido abrazo.

No la emprendo contra  los que tienen motivos personales para estar heridos, o contra los mártires de dilaciones burocráticas, respuestas agridulces, palabras sin valor e insensibilidades predeterminadas.

Sé lo mucho que ha de hacerse en un país mórbido de irresponsabilidades y necesitado de urgentes rescates para que males de años no se den por irrefutables y se conviertan en ilusorios paradigmas.

Cuba es fuerte en sus determinaciones, jamás claudicó ante amenazas ni chantajes, pero su cultura de resistencia lleva sobre si el pesado fardo de los que tienen precio.

Las manchas del sol

La espoliación duele, y la reventa, el acaparamiento y el cinismo con que se conducen sus cultores provoca tanta ira como el cerco que nos tienden  desde el norte, pero más duele la impunidad de los que, desde dentro,  se lanzan a la garganta de la patria.

Los traidores disfrazados de socialdemócratas, en realidad anexionistas, viven deseosos de lanzar la dentellada que ocultan tras palabras “inclusivas” y el semblante de lobos con pieles de ovejas.

Mugre e ironía destilan las redes sociales; suciedad purulenta de  otroras, hijos de la humildad, supuestos vástagos del agradecimiento y hoy testaferros rendidos al morbo mediático de la condena ciega.

Abundan tales “inocentes”, repetidores de falsas noticias, profetas que se escudan en la fe, la patria o la familia para atacar la tierra de sus padres,   todos buscadores de la paja en el ojo ajeno e ignorantes de la viga encajada en el propio.

Hay un dicho que intenta justificar a los cubanos malagradecidos: “todos los días no estamos enfermos o estudiando”.  

Son los que olvidaron al  país que les curó del SIDA, les operó a corazón abierto, les hizo profesionales sin cobrarles un centavo, y ellos olvidan que el sol tiene luz y tiene manchas.

Necesitamos tantas cosas materiales y espirituales, que la lista sería kilométrica, pero ¿dónde está la decencia  ancestral, el recuerdo de lo que somos antes de erigirnos críticos de la patria?

Cuba es ara y no pedestal, así dijo el Apóstol y la afirmación ha de servir para señalar a los  apóstatas que la vilipendian a diario, esos que nunca trabajaron, que no hicieron nada para que Cuba fuera un mejor lugar, los que prefieren vivir de sus entrañas antes que luchar para redimirla.

Las luces

Tengo mi propia forma de ver la austeridad, por haber vivido en su seno toda la vida y, sin declararme misántropo, prefiero dar un salto al vacío antes que convertirme en el  azote de mi propio país.

La misión de cada cual se basa en el granito de arena, en la responsabilidad individual en pos del alto propósito, de la meta que es real y de la capacidad para creer que hay un tiempo futuro necesariamente mejor.

Todo cuanto sea para el bien de mi país lo acepto y me declaro entusiasta para emprender la difícil cuesta del cambio, pero mi lugar está al lado del sacrificio que costó decir, “Cuba es libre”. Nuestra causa es justa, viviremos y venceremos.

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