Ciencia Ficción ¿La Ficción de la Ciencia?

Muchos eminentes estudiosos del género afirman que la ciencia ficción “no es la ficción de la ciencia”. El inglés Kinsley Amis ha dicho que  “… la ciencia ficción no se refiere necesariamente a ficciones relacionadas con la ciencia o los científicos…” y, además, “ … la ciencia no tiene que desempeñar en ella un papel decisivo…” , en tanto el catedrático español de la Sorbona Juan Ignacio Ferreras señaló en una oportunidad:

“ Habría que empezar sosteniendo, contra el viento y la marea de la crítica, que la CF no tiene nada de ciencia y muy poco de ficción…”.Sin embargo deben admitir que desde  sus antiquísimos inicios marcados por la Historia Verdadera de Luciano de Samosata  hasta nuestros días cada uno de los textos de este tipo de literatura presupone una composición de dos discursos distintos yuxtapuestos, el científico y el de ficción, por lo que ciencia -en todas sus acepciones- y ficción, están fuertemente imbricadas, constituyendo un sistema lúdico en el que ambos componentes se conjugan vigorosamente para complementarse: la ciencia, aportado sus rígidos postulados prácticos-realistas para dar verosimilitud a la trama y el arte contribuyendo con una de sus funciones principales que a decir del escritor inglés del género C:S: Lewis es “presentar lo que las perspectivas estrechas y las desesperadas prácticas de la vida real excluyen”.

Sin dudas; la ciencia ficción es “arte científico” , es “ ciencia artística” , como decía ese grande del género, el colombiano René Rebétez, es “conjunción arte-ciencia” ; por lo que resulta muy acertado llamarlo de esa manera.

“ Tradicionalmente, la ciencia era considerada un arte, una de las artes liberales utilizadas en colegios y universidades para entrenar la mente de los jóvenes __reconoce E. K. Peters__. De acuerdo con esta perspectiva, la ciencia tiene más en común con la literatura que con la ingeniería”.

Los orígenes de la palabra ciencia provienen del latín sciens (conocimiento), pasado participio de sciscere (investigar, inquirir) con su  participio scitus (experto); así se delinea claramente su significado verdadero: ciencia es conocimiento, técnica, tecnología.

Después de Newton, la palabra ciencia se ha aplicado solo al conocimiento adquirido a través de métodos aprobados dentro de un paradigma empírico garantizado institucionalmente; de tal modo que, desde entonces, como ciencia se tiene al conocimiento más alto adquirido por el hombre, lo que ese  teórico de la ciencia ficción, el profesor norteamericano Robert Scholes, ha dado en llamar “borde perpicaz”.

Antes de Newton, la propia ciencia -no ya la palabra como significado- había evolucionado de la protociencia del período renacentista, específicamente de la llamada “ciencia oculta” (del latín scientia occulta) cuyo significado es literalmente “conocimiento oculto”. Los sabios de entonces creían que el conocimiento se adquiría directamente de Dios por medio de la Revelación Divina; por lo que el concepto de “conocimiento oculto”  parte del presupuesto de la existencia de un “conocimiento verdadero” escondido por Dios, que no fue revelado porque el Creador quiso que el hombre lo descubriera con su propio esfuerzo, mediante el uso de su razón.

Los griegos antiguos tenían en su lengua palabras más que suficientes para designar el conocimiento; una de ellas, gnosis, dio lugar a cognoscere en latín (obtener conocimiento y, en pasado perfecto,  conocer, reconocer).

Otra de las palabras es scindere (cortar, rajar, rasgar, dividir, separar). El scindere latín tiene su genealogía en griego al derivar de schizo (partir, separar o dividir). Esta palabra se utiliza para referirse a algo que podía ser dividido: el cuerpo, las extremidades, la mente; los pájaros divididos en cuerpo y plumaje se llamaban schizopteros; las astillas de madera para encender el fuego eran schizes y la división anatómica para distinguir el cuerpo de una hembra schisis.

La unión entre scindere y scire en latín, según Scholes, justifica su metáfora “borde perpicaz”. Para él, la ciencia ficción proviene de esa metáfora porque la ciencia como conocimiento ha estado ligada estrechamente con hendir, dividir, disecar, como se hacía con los animales para saber sobre ellos, para conocer con exactitud su anatomía.

De esta manera, la palabra fantasía que en sus orígenes se asoció al conocimiento de las cosas, a la manera en que éstas se mostraban a sí mismas como sentidos, imágenes, formas, apariencias, tuvo que ceder su puesto a la palabra ciencia, conocimiento que se adquiere tomando las cosas para saber cómo son de verdad.

Timothy Bagwell en su brillante ensayo La ciencia ficción y la semiótica del realismo, citaba el capítulo XXIV del libro Poética, de Aristóteles, enfatizando en su genial reflexión “es preferible el uso de las probabilidades imposibles al de las posibilidades improbables”.

El gran genio griego hace en esta frase una distinción entre el argumento y la cuestión que trata el sujeto o la importancia del sujeto, en el sentido de que es más importante ser convencido que ser creído.

Aplicada a la ciencia ficción, la reflexión aristotélica cobra gran importancia puesto que los lectores del género se inclinan porque lo imposible de los textos -naves capaces de volar a más velocidad que la luz, teleportación, máquinas para viajar en el tiempo, etc.- sean creíbles o probables, lo cual implica que para entender la ciencia ficción los argumentos deben ser, ante todo, creíbles.

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