
Los investigadores locales Antonio Capín Urquiola y Danilo Pulido Correa, desarrollaron la tesis –en las décadas de 1970 y1980-, que la primera campaña de Maceo en Mantua fue la llegada de la Invasión, hasta el momento mismo de la salida del municipio de las huestes maceístas y la segunda, todos los combates que tuvieron lugar en el territorio mantuano, con la presencia del Titán de Bronce, dirigidos personalmente por él, en septiembre de 1896, o sea el de Dimas, los Arroyos, Loma China, -en Montezuelo-, el de la Laguna de Lázaro y los de Tumbas de Estorino y la Manja.
Pero en realidad, si la llegada de la Columna Invasora a Mantua puede ser considerada una campaña –a nivel nacional- no se puede hablar de una segunda campaña de Maceo en Mantua en septiembre de 1896, ya que el Titán de Bronce no se había propuesto combatir a su regreso de la península de Guanahacabibes debido a la desventajosa situación en que se encontraban sus fuerzas sobrecargadas con tanto material de guerra y arrastrando consigo una numerosísima impedimenta, factores estos que le impedían movilidad en el terreno.
Campaña de hostigamiento al enemigo
Los encuentros en Dimas y los Arroyos, pueden ser calificados, desde el punto de vista militar, como acciones de hostigamiento al enemigo; mientras los de Loma China, en Montezuelo y su extensión a la Laguna de Lázaro, Tumbas de Estorino y la Manja, fueron impuestos por las fuerzas españolas que trataban de cerrarle el paso hacia su destino final: la cordillera de los Órganos donde Maceo pretendía establecer campamento.
Para Maceo y sus aguerridas huestes, la empresa de llegar a la Sierra del Rosario desde los Remates de Guane se hacía harto difícil y más aún, como dijera Miró Argenter, teniendo “… encima el embarazo enorme de la impedimenta, que ascendía ya á ochocientos componentes, a los que había que defender con ahínco, las piaras de reses, además, que aumentaban el botín y dificultaban las maniobras de combate y por último, la caravana de familias menesterosas que, huyendo de los guerrilleros, venía a buscar amparo dentro de una colectividad que necesitaba moverse expedita, libre de estorbos en la brega, para poder dominar la posición disputada, abrirse paso de un solo empuje, acelerar las marchas sucesivas, a fin de que el enemigo no se rehiciera aquí y no tomara sangriento desquite un poco más allá. La situación era crítica, casi pavorosa”.
En Remates de Guane
En efecto, en Remates de Guane se le sumaron al contingente de Maceo más de cien familias, buscando amparo y la manera de mitigar el hambre.
Los días 21 y 22 de septiembre transcurrieron en la preparación de la columna para la marcha.
“Se atestaron de pertrechos las cananas de nuestros soldados y las vastas mochilas de los convoyeros, que ya llevaban dos arrobas de plomo sobre las espaldas __escribió el jefe del Estado Mayor de Maceo en sus Crónicas de la Guerra__. También se montó el cañón neumático para hacerlo funcionar en la primera oportunidad …”.
Temprano, como era su costumbre, Maceo abandonó el campamento de los Remates de Guane el domingo 23 de septiembre. La larga columna cargada de pertrechos de guerra y reses para ella abastecimiento de las tropas se extendía, a las pocas horas, varios kilómetros de una punta a la otra. Al caer la noche, llegó a las inmediaciones del caserío de Montezuelo, municipio Mantua, en un lugar llamado las Carboneras, a suroeste del caserío, donde pretendía acampar. Allí se le sumaron alrededor de doscientos cincuenta civiles, en su mayoría mujeres y niños en situación precaria.
NOTAS
- Miró Argenter José. Crónicas de la Guerra. Ediciones Huracán. Instituto Cubano del Libro, La Habana 1970. Tomo III. P 115.
- Ib.
RPNS: 2199 ISSN: 2072-2222