Historias y anécdotas se multiplican en el actuar de los humanos

Historias y anécdotas se multiplican por doquier en las distintas formas de actuar de los seres humanos, en medio de la pandemia que azota al mundo, para tratar de apalear en cierta medida, las necesidades alimentarias que por ese hecho se suscitan en la actualidad, así encuentras en cualquier rincón o patio cubano a uno de los componentes de cualquier familia rastrillo, guataca o machete en mano para limpiar y preparar cualquier porción de terreno para plantar un fruto, una vianda u otro componente de la agricultura que en breve tiempo se pueda incluir en la dieta alimentaria.

No importa la edad, si la disposición, entrega y el activismo, donde interés, sabia natural y el optimismo salgan juntos a abrirse paso ante la nueva disyuntiva a la que nos impone la vida, de repente se me ocurre visitar a un amigo viejo o mejor un viejo amigo cuyos lazos de afecto y cariño nos unen desde mucho tiempo atrás.

Próximo al parque ecuestre, erigido a la memoria del soldado invasor, que a galope tendido hace entrada triunfar a suelo mantuano, se encuentra la parcela de Ramón Boza, del que en este medio se han asentado otros recuentos sobre su vida, era un terreno aparentemente inaccesible, por su forma baja que permitía almacenar grandes cantidades de agua y desagüe de fregaderos y otros de las casas colindantes, a fuerza de trabajo rellenando con tierra fértil y abonos orgánicos le fue dando su forma el octogenario hombre que según él lo que más ha hecho en esta vida es trabajar, fruto de ello ha sido la confortable casa de placa que fabrico piedra a piedra y  bloque a bloque con sus componentes, como resultado de esa productividad constante que a él le sobra pero ahora le falta lo fundamental que es la fuerza que se necesita para seguir trabajando.

Después de concederme el anticipado permiso para pasar a su huerto, el intercambio de saludo y un acto para aprovechar el descanso, el veterano como a veces le digo, se pasa el dedo índices de la mano derecha por su frente, sacude a un lado el sudor como si con ese gesto  se desprendiera del cansancio de todos sus años juntos, acto seguido desplaza la mano por un lateral de su pantalón azul y gris (color original y el de la tierra que se le adhiere) para después introducirla en el bolsillo trasero del que extrae una bolsa plástica, la abre magistralmente, me hace un gesto de brindis al que rechazo categóricamente, entonces toma una hoja de tabaco negro cuyo brillo se deslumbra entre su boca, absorbiéndola como un rumiante le haría a su bocado predilecto, da unos cuantos moldiscazos a la aromática porción, suelta un escopidazo y acto seguido me pregunta: – ¿Qué bienes a darme una mano? Mi respuesta fue sonreír, tomo el rastrillo de su mano derecha y comienzo a alizar sobre lo ya ejecutado por él.

Recién había terminado con las últimas matas de habichuela, ya con la semilla lista se proponía sembrar nuevamente aquellos canteros que tantos  productos habían dado, beneficiando a una buena parte de los asiduos a la parcela de ramón, entonces el bravo hombre que no ceja en su empeño de hace3r mas cada día, me mira fijo a los ojos, hace una mueca burlona, deja entrever sus desgastado dientes, amarillos por la resina del tabaco y me dice: -¡hay si yo pudiera encontrar la goma que borra los años…! Y los dos sonreímos a la par…

Orgullo de este momentáneo de este hombre es ahora una mata de maíz dulce, de un grano que germino de tres que le regalaron, con asombro me enseña los tres hijos que salen del tronco principal, por lo que espera tener 4 mazorcas del alimenticio y preciado grano, a la vez que se lamenta no haber tenido más cantidad, para poder poblar los lugares vacíos del entorno, que por demás le servirían de control biológico de las demás plantaciones y para tener semilla, tanto para él como para otras personas dedicadas a estos empeños con los que intercambia  no solo productos sino su experiencia acumulada y sabios consejos del buen manejo de la tierra para que sea pródiga como siempre y nos aporte en estos tiempos de necesidades y enseñanza.

Estuve un buen rato departiendo en aquel agradable lugar, escuchando las anécdotas de mi amigo viejo y hasta dando mi pequeño aporte productivo, aunque confieso que fue muy poco, porque el redactor jefe me esperaba; antes de despedirme de Ramón, me expresa: – oiga y de mi nieto que me ayuda y debe ser mi heredero, del terrenito, claro, no va a escribir nada, solo atine a decirle: -¡Que siga los consejos del abuelo! Entonces el me espeto a quema ropa:

-Cierre el portón cuando salga… y vuelva pronto.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.