La fortaleza de ser yo

¨… estos son mis versos; son como son,

 a nadie los pedí  prestados. ¨

José Martí

Por Yaima García Estrada

Nací de pie y alguien dijo que sería dichosa. No creo que sea esa la palabra que yo emplearía. Más bien puedo decir que he  sido privilegiada. Crecí en un hogar rodeada de adultos, con grandes diferencias generacionales y todo lo que ello implica, convergiendo también las diferencias culturales. Aún así pude ser yo misma y a la vez nutrirme de las experiencias de los que me rodeaban.

Pude aprender. Mi abuelo, cascarrabias hasta la médula, me recordaba todo el tiempo que tenía que aprovechar las bondades de una revolución cada vez más inclusiva, que me ofrecía la posibilidad de ¨ser alguien¨. Mi abuela, consentidora más que nadie en la familia, me mostraba silenciosamente cómo rebelarme ante una sociedad que seguía siendo patriarcal luego de tantos años de socialismo. Mi mamá criticaba cada vez más la forma de ser que ya me despertaba unas malas pulgas y mi papá, hombre de pocas palabras, me incitaba a la independencia, a la inteligencia y a no dejarme vencer por los errores, que siempre tendrían algo que enseñarme.

Y crecí. En la misma medida en que avanzaron mis estudios me fui formando criterios propios, que defendí o rechacé según entendí que debía hacerlo. Algunas  veces escuché concordar, otras mayores vi alejarse personas que no tuvieron capacidad para entender, hubo momentos en que mis argumentos no fueron suficientes o correctos. Aprendí a defenderme de aquellos que ven en las diferencias (de cualquier tipo) al enemigo monstruoso que no son. Así me hice fuerte, atenta a algunos  e independiente de muchos, sobre todo porque descubrí que no me gusta lo que quiere la mayoría y que disfruto cuando hago lo que me place a mí y no a otros que no tienen que vivir con las consecuencias de mis actos. Eso me llevó a hacer una tesis difícil para graduarme y a interesarme con profundidad en la situación de la mujer cubana, distante en su realidad de los protocolos y los artículos bien elaborados de la Constitución de la República. No me conformo con las  manidas frases de igualdad de posibilidades porque no veo que sean palpables.

Desafortunadamente hay trogloditas que todavía creen que no somos capaces de llegar a la cima por nuestras propias capacidades, o que no quieren dejarse ¨mandar¨ por mujeres que son mucho más capaces.

Sinceramente, eso no me preocupa: la vida ha dado certeras lecciones al humano que, en pleno siglo XXI, vive en las cavernas de una mente atrasada. Soy privilegiada, mucho, tanto que me sorprendo a veces pensando que no lo merezco. Mis buenos amigos, los que me corrigen  más de lo que me elogian, se encargan de hacer ver al mundo que los cambios son buenos cuando lo que tienes no es suficiente para dignificarte. Entonces me cuento entre las privilegiadas porque tengo quien me enseñe a ser fuerte, a seguir adelante a pesar de los obstáculos, a escuchar sin oír lo que no me aporta, a sonreír a la adversidad y a crecerme ante las dificultades. Sí. Soy dichosa, aunque no creo que esa sea la palabra que yo emplearía. Creo que más bien soy privilegiada por tener la fortaleza de ser yo.

 

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