Análisis de la Leyenda Mantuana a Través de la Teoría de la Tradición Oral (Ira Parte)

El hecho de que  desde hace ya tiempo en los círculos académicos se haya adoptado como canon que la historia debe ser probada a través de documentos o métodos científicos como la arqueología, ha devenido axioma para relegar a un segundo plano el valor de la tradición oral como fuente histórica, aunque no siempre existan los imprescindibles documentos escritos o las investigaciones arqueológicas no arrojen siempre los resultados esperados.

También el hecho de que los investigadores, en muchos casos, no posean datos de primera mano -fuentes documentales primarias- e ignoren el modo de transmisión oral  de un acontecimiento histórico determinante, contribuye a acentuar el criterio de muchos especialistas y estudiosos de la historia de que la tradición oral no puede ser considerada como auténtica hasta que no sea confirmada o corroborada por datos lingüísticos o por descubrimientos arqueológicos y este es el caso de la fundación de Mantua por navegantes procedentes de la península itálica.

La posición de los etnólogos respecto a la validez de la tradición oral a la hora de tomar partido en una investigación histórica está muy dividida y varía, como veremos, de un juicio a otro:

  • Las tradiciones orales jamás son dignas de fe.
  • Las tradiciones orales pueden ser dignas de cierto crédito.
  • No se puede determinar la credibilidad de la tradición oral.
  • En cada tradición oral hay un fondo de verdad histórica.
  • Todos los factores que influyen en el crédito de las tradiciones merecen completa atención.
  • Hace falta determinar la credibilidad de estas fuentes según el método histórico. (1)

Prominentes estudiosos de la tradición oral, sin embargo, aseguran  que en cada historia contada oralmente  puede existir un  “fondo de verdad”, que algunos hechos reales pueden ser conservados,  aunque en la mayoría de las veces es imposible establecer lo que en una tradición oral es auténtico,  debido a las alteraciones y falsificaciones que sufre la historia transmitida verbalmente  con el paso del tiempo.

En su valioso estudio La Tradición Oral, el distinguido etnólogo belga Jan Vansina, reconoce:

“Las tradiciones o transmisiones orales son fuentes históricas cuyo carácter está determinado por la forma que revisten: son orales o  no escritas y tienen la particularidad de que se cimentan de generación en generación en la memoria de los hombres” (2).

El también profesor de la universidad norteamericana de Wisconsin durante la década de 1960, alega:

“Estos rasgos específicos de la tradición plantean al historiador un problema. ¿Llevan consigo  que a priori se les niegue todo crédito? Si no, ¿se podrá estar seguro de su valor histórico?” (3).

En el citado ensayo, el célebre etnólogo demuestra con argumentos suficientes “que la tradición oral, en tanto que fuente histórica, no está necesariamente desprovista de veracidad, sino que puede, dentro de unos límites, merecer cierto crédito” (4).

Vansina define  la tradición como “todos los testimonios orales narrados concernientes al pasado”;  y alega que su transmisión verbal trae como consecuencia que sea una mera cadena de testimonios, por lo que la tradición oral no es otra cosa  que el fruto de la relación entre el hecho observado o el acontecimiento y el último testimonio o la anotación primera de la tradición oral. Nace en el momento mismo que el hecho observado es comunicado por el observador en un testimonio que puede llamarse prototestimonio o testimonio inicial. Este testimonio es asimilado por una persona  o grupo de personas las cuales, a su vez, lo divulgan contándolo a una tercera o un tercer grupo de personas y, así, continúa transmitiéndose verbalmente durante un tiempo determinado, casi siempre relativamente largo. De esta forma nace una cadena de transmisión en la que cada testigo ulterior es un eslabón y cada testimonio un testimonio auricular. Finalmente, el último testigo comunica el último testimonio a un marcador, quien lo plasma por escrito.

  1. Bernheim distingue en la tradición oral cinco tipos de fuentes: el relato, la saga, la anécdota, el proverbio y el canto histórico. Según Bernheim, el relato es un testimonio directo y ocular, el resto de las fuentes son testimonios indirectos o referidos (5); este autor alemán considera el relato histórico como una excepción y sugiere que se debe tener en cuenta la “libertad de inspiración poética” contenida en su argumentación; en su opinión –muy razonable, por cierto- cuanto más libre sea la transmisión, las desviaciones serán más numerosas y, por el contrario, cuanto más mecánica sea la transmisión, más auténtica será. Bernheim sugiere –y es muy acertado en su proposición – determinar la autenticidad de la tradición oral aplicando las reglas ordinarias de la crítica: si la tradición evidencia una contradicción interna o choca con hechos establecidos debidamente por otras fuentes, deberá ser considerada como no auténtica. En otra parte de su libro Einleitung in der Geschichtswissenschaft (Introducción a la historia), publicado en 1908, pero con una impresionante vigencia actual, Bernheim hace un examen crítico de las falsificaciones de la verdad histórica que pueden producirse y concluye que ciertas porciones de una tradición oral indirecta pueden ser susceptibles a controlarse por los medios proporcionados por la crítica histórica, o sea, que si pudiese llegar a establecerse su autenticidad debían considerarse dignas de crédito.
  2. Feder, en Lehrbuch der geschichtlichem Methode (Libro de texto del método histórico) establece dos categorías nuevas: la tradición oral anónima y aquella de la que se conoce su autor,  y ambas pueden sumarse a las ya establecidas por Bernheim – la tradición directa e indirecta- sin entrar en contradicción con él. En opinión  de Jan Vansina, “la tradición  directa puede ser digna de crédito, la indirecta debe ser tratada con reserva” (6). Para el eminente etnólogo belga, la tradición indirecta anónima: “Jamás puede conducir con certeza a la verdad, pues nada se sabe de los primeros testigos ni de quienes han transmitido el testimonio” (7). Más adelante hace, no obstante, una observación que parece contradecir este postulado ¿o lo complementa?

“… Sin embargo, cuando las tradiciones independientes concuerdan proporcionan una certeza. Para que una tradición oral sea digna de crédito hace falta que su duración sea limitada, que el sentido crítico tal como se presenta en un momento dado del tiempo donde se sitúa el período de la tradición sea suficientemente desarrollado y que los medios auxiliares hayan existido de forma que hubiese sido posible un examen de personas con juicio crítico formado. Es decir, que la tradición no puede haber sido combatida por esas personas” (8).

En opinión de Vansina, las formas impersonales de la tradición tienen como característica principal la transmisión incontrolada del hecho de boca en boca y durante el curso de esta transmisión la forma del testimonio se pierde y el contenido se hace variable e indeterminado, esta tal vez sea la razón por la cual existen dos versiones sobre la fundación de Mantua por navegantes italianos.

“… Si las transformaciones se producen según ciertos modelos __opinaba Vansina__, debemos atribuirlo a la necesidad de crear un ´ambiente´ a la fantasía e imaginación del narrador, a su deseo de ofrecer un testimonio más interesante, de satisfacer el deseo de sensación de sus auditores y de acrecentar el placer que él mismo siente en su relato” (9).

  1. Bauer era del criterio de que la saga, la leyenda y la anécdota, para ser tomadas en serio, no pueden contener contradicciones internas ni testimonios que estén en contradicción con hechos dudosamente establecidos; en cuanto a la información oral ordinaria Bauer dice que debe ser tratada como las fuentes escritas.

Tradición Oral, Definiciones y Conceptos

La tradición oral constituye un elemento básico referencial que permite a los distintos grupos sociales, en cada época, conocer y entender cómo han ocurrido ciertos hechos en el pasado, por lo que puede considerarse como un retorno dialéctico a las raíces.

En la entrada correspondiente de la ciberenciclopedia Wikipedia, se expone el concepto siguiente:

“Se define a la tradición oral como todas aquellas expresiones culturales que se transmiten  de generación en generación y que tienen el propósito de difundir conocimientos y experiencias a las nuevas generaciones. Forma parte del patrimonio inmaterial de una comunidad y se puede manifestar a través de diferentes formas habladas (…). Dependiendo del contexto estos relatos pueden ser antropomórficos, escatológicos, teogónicos, etcétera” (10).

El célebre etnólogo belga Jan Vansina ha emitido el siguiente concepto:

“Se entiende la tradición oral como un sistema de preservación de los códigos simbólicos y culturales, así como de relatos que son transmitidos por el habla a lo largo de generaciones. Su existencia remite a tiempo inmemoriales donde todavía  no se conocía la escritura, pero donde los pueblos antiguos hacían uso de otras codificaciones para la sacralización social y cultural” (11).

Para Vansina, la tradición oral no es más que una serie de “mensajes verbales que reportan conocimientos del pasado al momento presente” (12).

Y Wikipedia continúa diciendo sobre la tradición oral:

“La tradición oral surgió de ese altruismo reciproco. Puede ser pensado como una forma colectiva y serial del trueque cognitivo, por medio de la cual heredamos el conocimiento de los que ya lo tienen, y a cambio, agregamos lo que nosotros mismos sabemos, o al menos transmitimos lo que hemos aprendido…” (13).

Sucede entonces que estamos constreñidos por las constantes del tiempo de nuestros órganos sensorimotores de entrada-salida; no el tiempo transcurrido entre generaciones, sino el tiempo real “en Línea”, como diríamos en ciberlenguaje, es decir, el discurso sincrónico: el momento de la audición y el decir.

“La tradición oral implica __según el concepto expuesto en Wikipedia__ el  predominio  de la objetividad espacial iconográfica, intelectual, ritual y gestual de la memoria…”

Sin embrago,  como fuente histórica, la tradición oral ha sido puesta en duda en diversas épocas a partir del siglo XIX por  historiadores y académicos que  desde entonces han venido poniendo en tela de juicio toda reconstrucción del pasado que pueda hacerse a partir de este sistema aun cuando no esté despojado totalmente de autenticidad. La historiografía decimonónica, por citar un ejemplo, empleaba como uno de los principios básicos del método de reconstrucción del pasado, desechar siempre la tradición oral como fuente probatoria por no ser digna de fiar, no obstante conocerse muy bien que desde los tiempos de la Antigua Grecia hasta el siglo XVI dNE esta trascendía los siglos gracias al arte de la memoria y que en la China y la Grecia de la Edad Media, oralidad, escritura y mito coexistían armónicamente de manera distinta a la de Europa moderna; por lo que no sería sensato –como han demostrado Veyne y Hechs- contraponer mithos y logos como términos antitéticos, pues mirando a través de una perspectiva focaultiana, las verdades pueden ser múltiples.

“En un artículo publicado en Le Monde […], en marzo de 1993 __comentaba Joan-Luís Palos en su imprescindible  A Vueltas con el Pasado.  Historia, memoria y vida__, Roger Chartier alertaba de la desaparición de los criterios de comprensión del pasado comúnmente aceptados hasta entonces por los historiadores. Lo atribuía principalmente __continuaba diciendo Palos__ al desafío de dos nuevas perspectivas: la primera derivada esencialmente de las lecciones de la antropología que aceptaba la posibilidad de reducir el mundo social a las acciones libres, y por lo tanto imprescindibles de los individuos; la segunda: alimentada por los escritos de Paul Ricceur y Michael Certeau consideraba el discurso de los historiadores, cualquiera que fuera la forma que adoptara, como una narración, lo que hacía que la distinción entre la historia practicada por los académicos y sus recreaciones artísticas, la ficción, se hiciera más problemática” (14).

El profesor y crítico literario peruano  Jorge Terán Morveli definía la tradición oral como “…un vehículo social que los grupos activan para reforzar su identidad” (15).

Y explicaba:

“Mientras que la escritura ofrece una objetividad histórica, la oralidad nos presenta una subjetividad histórica donde se produce una constante recreación del pasado. La memoria colectiva elimina todo aquello que cuestiones o resulte incómodo para este …” (16).

 Amadou Hampâte Bâ, escritor y etnólogo malí, defensor de la tradición oral, plasmó en 1982 que la tradición oral abarca todo el conocimiento del ser  humano y lo hace depositario de ese conocimiento que interactúa con él constantemente; para el ganador del premio Grand prix littéraire d´Afrique noire, la valía de la historia oral, “…sorprende al espíritu cartesiano acostumbrado a la caracterización minuciosa” (17).

Y plasmó también sobre el particular:

“Dentro de la complejidad simbólica, subjetiva, material e histórica que conforman los mundos de las culturas tradicionales, la tradición oral se circunscribe como principal fuente histórica  -pero no es la única- que ha conservado elementos que entregan mecanismos para ayudar en la reconstrucción del pasado […], esta confluencia simbólica es posible gracias a la legitimidad de la configuración de la memoria que subsiste a través del vínculo trascendente entre pasado y cultura, las tradiciones y las cosmovisiones que resisten a este contexto …” (18).

Por su parte, el  medievalista, crítico literario, historiador de la literatura y lingüista suizo Paul Zumthor, ha señalado que voz y memoria cumplen un papel importante como “archivo cultural” de ciertas historias que permiten reconstruir el pasado.

Tanta importancia se le ha conferido en los últimos tiempos a las tradiciones y expresiones orales que la UNESCO las ha llegado a clasificar como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, teniendo en cuenta su importancia para mantener vivas las diferentes culturas del planeta y por constituir estas, frecuentemente, parte considerable de celebraciones festivas y culturales.

(Continuará)

 NOTAS

 Vansina Jan. La Tradición oral. Editorial Labor, S.A. Barcelona España, 1977, p. 20.

  • , p13.
  • , p. 16.
  • Bauer y Ebernheim en sus respectivas obras hacen la misma distinción, adoptando los términos siguientes: testimonio directo por testimonio ocular y comunicación indirecta por comunicación referida. Bernheim sitúa el testimonio directo oral junto a la tradición oral tomando como base la forma en la cual es comunicado, pero Vansina cree que, en razón de su carácter propio y específico, hay motivos sobrados para colocarlos por separado.
  • , p. 16.
  •  p 17.
  • wikipedia.org. Entrada Tradición Oral.
  • Vansina Jan. Oral Tradition as History. Madison University of Wisconsin Press 1985, pp. 27-28.
  • Fuente citada.
  • Palos Joan-Lluís. A Vueltas con el Pasado: Historia, memoria y vida. Fernando Sánchez-Costa (eds.). Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona. S/A, p. 16. Ib., p.21.
  • , p.21.
  • Hampâte Bâ Amadou. La tradición viviente. Historia general de África, metodología y prehistoria africana. Tecnos/Unesco 1982. Vol. I, p. 184.
  • , pp. 184-222.

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