Conceptos diferentes de la libertad

A los incondicionales del ejemplo de Fidel nos tachan de fanáticos encomiásticos, con insospechada cortedad de luz. Se nos define como entes enmarcados en un ocaso sin futuro y de dudosa intelectualidad. Hasta los agoreros más benévolos nos tratan como, enfermos convalecientes de una penosa enfermedad, y en ocasiones nos dedican el plañido “misericordioso”  de tan “buenos” samaritanos.

La vida en su eterno ir y venir muestra que todo, absolutamente todo es propenso a ser puesto en la balanza. Los cubanos, no vivimos de espalda a la realidad; hemos experimentado años de incontables carestías en los que, las inventivas más inverosímiles han suplido la ausencia de todo aquello que el ser humano necesita para vivir.

Y ha sido bien difícil, no obstante, contra todos los pronósticos, seguimos aquí y cada día recuperaremos un tilín de nuestra holgura de tiempos pasados, sin haber perdido la ternura, ni la capacidad de fortalecer el espíritu en la más completa adversidad.

Los “pensadores” que habitan al norte de esta isla; los que conocen la palabra “prisma” por el nombre y no por su diversidad cromática ante un rayo de luz no pueden comprender este axioma ensortijado que nos hace permanecer al lado de la Revolución.

Ante tantas variantes explicativas de nuestra resistencia, no les queda otra más “razonable” que no sea declarar el “terror” único incentivo de nuestras vidas para comulgar con la esencia “dictatorial” de nuestra casta.

Un reciente artículo escrito por un colega, provocó obscenas réplicas en las que los “habitantes de Lilipú” lo acusan de fanático y lo exhortan a “definirse” no sea que algún día no tenga oportunidad para el arrepentimiento.

¿Arrepentirse? ¿De qué? ¿De sus “crímenes intelectuales” cuando vengan los gusanos detrás de los marines del vejete emperador?

¿Cómo puede llamarse cubano y patriota alguien que incita a la matanza de sus semejantes, argumentando “el necesario costo de la libertad?”

¿Qué libertad? ¿Acaso la libertad del plan de machete, la humillación perenne y la impotencia viril de ver los hijos morir de enfermedades y hambre sin poder hacer nada?

¿La libertad de los fondillos fofos que se entronizaron en este país para vivir de la lengua, y que solo a tiros liaron el petate en el 59?

¿La libertad de los asesinos que hoy condenan con su insípida verborrea el derecho a defendernos?

Cualquier persona en sus cabales enfermaría del estómago ante tanta imbecilidad. Para el ciudadano cubano común es inaudito que alguien pueda repetir tantos chismes y guaperías de perro castrado, y que estas sean escuchadas y asimiladas por personas que hasta hoy navegan en las aguas del rejuego político sin el necesario discernimiento que bien los llevaría a determinar cuánto los manipulan y a favor de qué.

Ya es bastante vivir bajo la amenaza de una invasión de las legiones del “Viejo César”, invirtiendo cuantiosos recursos en la defensa y sufriendo los efectos de un criminal bloqueo- al que hipócritamente llaman embargo- y ahora también tenemos que soportar las intimidaciones verbales de algunos latiguillos simplones, que no tendrían el valor de empuñar un fusil y venir a defender lo que consideran justo. Porque, aunque no coincidiésemos con ellos, al menos tendríamos un motivillo para respetarlos: por el momento no se respeta a los cobardes vocingleros.

Siempre he querido escribir con toda franqueza acerca de este tema, porque realmente me llena de coraje tanta basura difundida por los medios que nos atacan, en los que se desgañitan tales personeros que pretenden engañar al mundo sin poder engañarse a sí mismos: atajo de espantadizos, herederos de las mejores tradiciones de asesinos y torturadores de la peor ralea que salieron echando un patín de este país cuando la verdadera justicia revolucionaria les sacudió la mata, pretendiendo ser los hombres fuertes de los políticos de ultraderecha norteamericanos quienes, en definitiva, solo los emplean a fondo cada cuatro años y luego les alcanzan la tetilla para una breve chupadita que redima a medias su sed de dinero y poder.

No comprendo cómo pudieron renunciar a la dignidad para vivir utilizados. Solo de pensarlo da nauseas.

Para los pesudoseñores que no “comprenden” el concepto de libertad de la mayoría de los cubanos en la isla, baste decirles que la verdadera libertad no es la que se condiciona cada día con la afiliación al sectarismo militante en contra de su propia nación- es decir, la libertad de ellos.

La nuestra, la que consideramos verdadera, es aquella que se condiciona solamente con el conocimiento cabal de lo vivido, de lo conquistado y de todo lo defendible; es el amor a la tierra que pisamos, donde reposan nuestros seres queridos, donde crecen nuestros hijos y la que regaremos con nuestra sangre si pretenden enviar a los marines, para venir tras ellos. Es entendible que no asimilen nuestros puntos de vista; después de todo, los traidores no conocen de estas cosas.

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